Quiero Compartir Una Cama

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Marzo, 1989, Las Vegas, Nevada

"¡Welcome to fabulous Las Vegas Nevada!" Se notó el acento español de Juan Pablo al gritar aquellas palabras, pero no dañó el significado. Estoy en Las Vegas con mi crush de la secundaria. ¿Qué pasó, Simón del pasado? ¿Qué hiciste para que pasara todo esto? pensó Simón.

"Villa, ¿cómo logramos llegar hasta aquí?" preguntó. Apartó su mirada de la señal grande que Villa acababa de leer y la dirigió hacia su amigo. Se ve tan hermoso en la luz del atardecer.

"Pues... tomamos el coche..." tartamudeó Juan Pablo, visiblemente confundido.

"¿Cómo logramos llegar hasta Las Vegas... juntos?" repitió Simón. "Me parece tan loco," agregó y vio la sonrisa de su amigo. "Pero me encanta." Envolvió a Juan Pablo con un brazo. Riendo, lo abrazó.

Dejaron el lugar en frente de la señal y caminaron hasta donde aparcaron el carro. Con dos ruedas en la calle y dos en la arena característica del desierto de Nevada, el carro esperaba a los dos chicos. Además, habían gastado prácticamente todo su dinero y toda la gasolina. Pero todavía fue suficiente para llegar hasta el hotel más famoso de Las Vegas: Caesar's Palace.

Obviamente no tenían una habitación, ni la edad para entrar a todos los casinos ni para beber. Sin embargo, en la corta historia de amores de Simón Vargas, obstáculos tan insignificantes nunca le habían impedido cumplir los deseos de su amor. Tampoco lo harán este día.

Con las últimas gotas de gasolina, Simón condujo hacia la entrada deslumbrante del hotel. Y, wow, fue impresionante. Todas las luces doradas se veían como si un millón de estrellas se hubieran bajado del cielo sólo para iluminar este lugar en la tierra. El lugar donde chicos como Juan Pablo Villamil podían darse cuenta de la suerte que tenían; aún con su enfermedad tenía tanta suerte de llamarle a alguien como Simón su amigo.

Villa sonrió cuando vio los cuatro botones del hotel que esperaban en frente de la entrada, listos para aparcar los coches de los visitantes o cargar sus maletas. Sin vacilar, Simón se acercó a la puerta pomposa y frenó el coche.

"Park the car," ordenó. Se esforzó, y también logró, sonar bastante rico; por lo menos como alguien que podía vivir en el Caesar's Palace.

"Do you have luggage?" interrogó el empleado. Los botones de oro de su uniforme rojo brillaban en los millones de luces de la fachada del hotel.

"It'll arrive later," respondió Simón cortantemente y salió del carro. Villa hizo lo mismo, como siempre teniendo toda la confianza del mundo en su amigo. Le pareció que Simón tenía un talento para actuar ese papel de hombre rico. Lo único que dificultaba su actuación era la ropa de ambos chicos. Cuando los empleados vieron su ropa mediocre les apuntaron con miradas sospechosas. Villa notó que uno ya estaba a punto de acercarse a Simón para investigar lo que le parecía sospechoso.

"Now, let's get our custom-made suits, babe," improvisó Simón y tomó el brazo de Villamil. Ignoró completamente a los empleados y pavoneó hacia los edificios al lado del hotel gigantesco. "Tenemos que actuar como si fuéramos a comprar trajes. Es lo que dije al botones," resumió Simón. Habilidosamente omitió el hecho de que no sólo los hizo lucir como hombres ricos, sino como una pareja gay y rica. Funcionó de todos modos, pensó Simón.

Uno de los edificios cercanos de verdad era una tienda de trajes, aparentemente fenomenalmente exclusiva. Una señal encima de la puerta reveló el nombre: Suits & Suits. Suspirando, Simón abrió la puerta y causó el chillido de una campana pequeña. Qué creativo el nombre.

El interior de la tienda era igualmente exclusivo. Maniquís llevando trajes con corbatas de seda y el pañuelo de bolsillo correspondiente recibieron a los clientes. Telas costosas decoraban las paredes, mostrando al cliente que hicieron trajes a medida.

Antes De Los VeinteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora