Quiero Respeto

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Marzo, 1989, The Castro District, San Francisco

"¿El barrio gay?" repitió Juan Pablo. "¿Homosexual?" Villa pareció ciertamente confundido.

"Sí," afirmó Simón. "San Francisco es muy reconocido por la temprana formación de un barrio donde personas pueden vivir siendo abiertamente homosexuales," explicó. Por favor, que no note que sé solamente eso de San Francisco porque intencionalmente busqué información sobre gente gay en la biblioteca.

"Oh, no lo sabía," dijo Villamil, mirando a su alrededor. Simón se sintió más y más nervioso porque no podía interpretar la reacción de su amigo. ¿Él juzga personas por su orientación sexual o le da igual? "Siendo honesto, pensé que era el barrio de hospitales y médicos porque hay tantas señales con cruces rojas," reveló Villamil. Siguió sonriendo, lo que Simón interpretó como una buena señal.

"Eso es porque son enfermos," contestó y sólo cuando ya había pronunciado sus palabras, se dio cuenta de cómo sonaron.

"¡¿Enfermos?! ¡¿Cómo puedes decir que son enfermos?!" De un segundo al otro, Juan Pablo se enojó bastante. "¡Ser gay no es una enfermedad!"

"No, no, no," se defendió Simón. "Por supuesto que no lo es. Me refería al SIDA." Qué estúpido eres, Simón. ¿No te enseñaron a hablar? Juan Pablo no parecía satisfecho, por eso Simón siguió explicándose. "Mucha gente que vive aquí sufre del SIDA y por eso hay señales que promocionan hacerse la prueba."

"¿Entonces respetas la comunidad LGBT?" interrogó Villamil y enarcó su ceja.

"Sí, por supuesto," respondió Simón. De hecho, soy parte de ella.

"Hmmm..." Juan Pablo observó a su amigo atentamente. "No sé si te creo," concluyó y cruzó sus brazos. "Mis padres me enseñaron a tratar a cada persona con respeto y no juzgar a nadie, por eso no puedo permitir que juzgues a personas por su sexualidad. Simplemente tienen gustos diferentes a nosotros," agregó notablemente más calmado que antes. Tengo los mismos gustos, Villa. Soy gay. Me gustan los hombres. ¡Me gustas tú!

"Sí, claro." Simón lentamente volvió a caminar y Villa le siguió. Por favor, ¿podemos dejar el tema?

"Okay, entonces te reto a caminar por el barrio gay conmigo, tomados de la mano." Enfatizó las últimas cuatro palabras como si fuera un castigo horrible. "Hombres heteros que odiarían ser percibidos como gays no lo harían porque ser gay es como un insulto, pero a ti no te importa ¿no?" La voz de Villa goteaba de sarcasmo y reproche, sin embargo, no había nada que Simón aceptaría más gustoso que aquella oferta.

"No me podría importar menos, Villa," dijo en una voz desafiante, siguiéndole el juego a Villamil. Se miraron obstinadamente a los ojos como dos cabras que estaban a punto de luchar con sus cuernos.

"Pues, hagámoslo," soltó Juan Pablo, sin moverse o apartar sus ojos.

"Sí, hagámoslo," afirmó Simón, pero tampoco se movió.

"Okay," dijo Juan Pablo.

"Okay," repitió Simón.

Y sin pensar dos veces Simón tomó la mano de Villamil. No lo hizo como le gustaría haberlo hecho, cuidadosa y tiernamente. En lugar de tomar la mano de Juan Pablo como lo había soñado tantas veces, la agarró y la mantuvo fuertemente en la suya. No era el tiempo para acariciar la mano de su amado, sino para tomarla por razón de mostrar su respeto para la gente homosexual. Qué malditamente irónico.

Apretando la mano de Villamil con fuerza, Simón empezó a caminar y casi arrastró a Villa detrás de sí. Su amigo había quedado inmóvil durante unos segundos hasta que siguió a Simón.

Antes De Los VeinteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora