Quiero Ser Tu Novio

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Marzo, 1989, Los Ángeles

El viernes del casting, Simón se despertó en el suelo.

Villa durmió en la única cama de la caravana, así que sólo había espacio sobre el linóleo incómodo donde una constante suciedad había encontrado una vivienda permanente. El chico se irguió y estiró su cuerpo. Varios huesos se quejaron a través de crujir insanamente, pero no los prestó atención. Lo que más atraía su mirada y curiosidad en aquella mañana era la cara durmiente de Juan Pablo.

Qué tranquilo te ves...

El futbolista no le dio mucho tiempo a Simón para admirarle, ya había abierto sus ojos, revelando unos círculos de un verde iluminante.

"El crujido de tus huesos ya me ha despertado," murmuró en la almohada. Sus bonitos labios rosados se apretaban contra la tela blanca, cuando buscó unos últimos segundos de sueño.

"Levántate, dormilón," ordenó el mayor y se acercó a la cama. Quiso sentarse, pero las piernas dobladas de Villa bloqueaban cada posibilidad de hacerlo. "Apártate un poquito, gordo," río y empujó el cuerpo de su amigo, abriéndose un lugar para tomar asiento.

"Déjame dormir." Juan Pablo se acurrucó a la colcha. No se dispuso a moverse, sólo eligió otra posición para dormir y se torció sobre el colchón, causando un chirrido con su aterrizaje.

"Hoy es el casting, Juan," le recordó Simón en voz calmante. Sabía cómo su amigo iba a reaccionar, fácilmente podría saltar de la cama y su pie acabaría en la cara de Simón, pero le dio igual. Que sea feliz y basta.

"¿¡Hoy!?" Como era de esperar, Villamil saltó del colchón. Con este movimiento, tiró la manta al rostro de su amigo y la almohada al suelo. "¿¡A qué hora?!"

Simón río y se quitó la colcha de la cara. "A las doce," respondió.

"¿¡Y qué hora es!?" El castaño pareció más héctico cada segundo, mientras Simón le contestó serenamente con una sonrisa calmante.

"Son las nueve de la mañana." Otra risita escapó de su boca cuando se levantó. Anduvo hacia la pequeña cocina y pasó delante de Villa, desarreglando su cabello en el camino. "Te preparo el desayuno, actor."

¿Tendría que casarme con Simón para que todas las mañanas sean así? Mhm...

"Después vamos a practicar tus líneas de nuevo," propuso el mayor. Ya estaba ocupado con la tarea de freír los huevos. No llevaba sus gafas, en su lugar mechones de su oscuro cabello decoraban su rostro. Juan Pablo podía divisar músculos esbeltos en su brazo, flexionándose debajo de la manga corta de su camiseta blanca mientras removió el contenido de la sartén. El aire dentro de la caravana cargaba rastros del típico olor mañanero: huevo frito, tostadas, jamón. Curiosamente, aquellos aromas no eran lo más rico de esa escena.

Villamil tragó saliva. Decidió desviar sus pensamientos a través de entrar al diminuto baño y tratar de no mojar cada rincón cuando se duchó. Pasó sus manos por su cabello empapado una vez, otra vez. Otra vez. Pero sus pensamientos se quedaban. La imagen de su amigo cocinando con un aspecto tan inocente y todavía un poco somnoliento se imprimió en su mente como si fuera el salvapantallas de su cerebro. Frotó su cabeza más fuerte, de nuevo intentando quitársela. ¿Por lo menos puedo enfocarme un poquito en el casting de hoy? pidió a sí mismo. Pero no funcionó.

* * *

"Mírame, Villa." Simón tomó sus hombros fuertemente, mirándole a los ojos con una mirada aún más intensa que su agarre. "Vas a tener ese papel sí o sí." Pareció un entrenador de boxeo que motivaba al atleta antes del combate. "Hemos practicado las líneas tantas veces, eres un experto."

Antes De Los VeinteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora