Quiero Que Te Enamores De Mí

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Enero, 1989, Bogotá

Loverboy, Gay Times leía Simón. Estaba parado enfrente del gran contenedor de basura al lado de una gasolinera, mirando las revistas en sus manos. Las había encontrado entre sobras y otras cosas poco agradables, pero la única otra manera de conseguir ese tipo de revistas era comprarlos en persona en la pequeña tienda integrada en la gasolinera. Y a eso Simón no se atrevió. En lugar de eso, pescó las ediciones antiguas de la basura.

Había encontrado dos ejemplares que no habían vendido antes de que la nueva edición saliera a la venta, que ahora eran suyos. Los metió en su mochila y pedaleó en la dirección de su casa. Casi era la hora de la cena, pero Simón había calculado que todavía sobraba tiempo para recoger sus revistas después de visitar a Villa sin tardarse. Una de aquellas presumía de tener la receta para que cada chico se enamorara de ti. Ojalá Villa también.

De camino a su casa le hizo falta su walkman, pero cuando se acordó de la persona que quizá estaría escuchando su música en este momento, una sonrisa apareció en su cara. El casete de adentro del aparato contenía las canciones que le gustaban más a Simón, él las había grabado sí mismo. Quizá tenemos el mismo gusto de música.

Siguió mejorando su estado de ánimo a través de pensar en Juan Pablo. Su enfermedad ya no le parecía tan incurable, él había dicho que sí existían terapias y tratamientos, que había esperanza que se mejorara. Cuando lo visitara mañana, le iba a preguntar si las terapias ya tenían efecto. Y tengo la cita para matricularme como donador, recordó.

Llegó a su casa envuelto en las luces rosadas del anochecer y estacionó su bicicleta en el garaje. Después de entrar y quitarse los zapatos, oyó la pregunta de su padre desde la cocina, dirigida a su madre. "¿Simón ya regresó?"

"¡Sí! ¡Acabo de llegar!" les informó y anduvo hacia la mesa de comedor situada en la cocina para saludar a su madre con un besito en la mejilla. Depositó la mochila en una esquina de la cómoda habitación por la tranquila atmosfera del crepúsculo. "Hola," dijo, acercándose a la encimera, donde su padre terminó de preparar la cena. "¿Debo poner la mesa?"

"Sí, gracias cariño," respondió, colocando la olla sobre la mesa.


"Simón, ¿cómo fue el ensayo?" interrogó su madre durante la cena antes de exhortar a Alicia a también comer las verduras.

"¿Qué?" Simón no tenía ni idea de que estaba hablando.

"El ensayo de la orquesta," explicó. Mierda. Lo había olvidado porque había visitado a Juan Pablo. Y eso, aunque la orquesta fuera su única fuente de amigos.

"Ehm... muy bueno, como siempre," mintió y siguió comiendo para evitar una conversación sobre este tema. Pero sus padres estaban bastante interesados en el asunto, destruyendo sus planes.

"¿Y qué canciones tocarán en el estreno del nuevo teatro del colegio?" preguntó su padre. Ni siquiera supe que tocamos en el estreno. Simón los amaba a ambos, sobre todo el talento de cocinar de su padre, pero ahora sólo deseaba que se callaran y lo dejaran comer tranquilamente.

"Será una sorpresa, papá," sonrió falsamente y continuó comiendo. La rapidez de vaciar su plato era casi inhumana.

"¿Y la-?" Simón interrumpió la próxima pregunta de su madre.

"Terminé, ¿puedo ir a mi cuarto?" Ya se había levantado y puso su plato en el fregadero. "Es que tengo mucha tarea..." mintió de nuevo y cogió la mochila del suelo.

"¡No quiero graduarme si también voy a tener tanta tarea!" protestó Alicia, cruzando sus brazos tozudamente.

"Todavía te queda mucho tiempo para entrar al bachillerato, cariño." Su madre le tranquilizó antes de dirigirse a su hijo. "Está bien, haz tus deberes."

Rápidamente Simón abandonó la cocina y huyó a las paredes seguras de su cuarto. Allí sacó las revistas de su mochila y se acomodó en su cama, admirando las fotos en la primera página. Mostraba a un chico sin camisa, pero en su lugar un pecho y abdomen muy bien entrenado. Uy, uy, uy... Simón se relamió los labios y pasó dos dedos sobre el cuerpo del hombre en la foto. Se lo imaginó sintiéndose muy caliente y suave, pero al mismo tiempo firme y duro. Por lo menos el pecho de Juan Pablo se sentiría exactamente así. Pasó la hoja y lo que vio le cortó el aliento.

La siguiente foto mostró el mismo hombre, pero su cuerpo entero. Desde atrás. Y sólo llevaba unos calzoncillos ajustados. Qué malditamente sexy. Su nuca con el vello suave cubriéndola, su espalda musculosa, su trasero entrenado... El adolescente no podía suprimir la imagen de la espalda tensa y la sudorosa nuca de Villamil debajo de él, agarrando las sábanas por el placer que Simón le estaba causando. Oh, ¿cómo se sentiría estar dentro de él?

"Simón, ¿por favor puedes-?" Su madre había abierto la puerta de golpe y paró de hablar porque Simón escondió las revistas bajo su almohada con la rapidez de una bala disparada. "¿Qué estabas haciendo?"

"Nada," contestó demasiado rápido. Su madre elevó una ceja de una manera sospechosa, pero después dejó el asunto al lado.

"¿Por favor puedes explicarle a tu hermana que no tiene que temer entrar a los próximos grados? Ella tiene miedo de literalmente morir de tarea..." La madre de Simón sonrió al pensar sobre el drama innecesaria su hija. "Explícale que tú aún no has muerto, ¿sí?"

Simón asintió con la cabeza y se levantó. "Sí, claro."


La próxima vez que Simón abrió las revistas, el constante pensamiento en Villamil tampoco le dejó. Sobre todo, cuando leyó los consejos sobre qué hacer para que un chico se enamorara de ti. No funcionarían con un chico heterosexual, por supuesto, pero Simón igualmente pensó en Juan Pablo. Aplicaba los consejos cada vez que le visitaba en los días siguientes, aunque fallara la mayoría del tiempo. Simplemente tenía miedo y estaba extremamente nervioso. Sin embargo, había una cosa que ciertamente estaba contribuyendo a que Simón le gustara a Juan Pablo.

No le importaba la escuela. Él lo visitaba a diario.

Antes De Los VeinteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora