Quiero Sentirte

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Enero, 1989, Bogotá

Simón abandonó el cuarto oscuro de su escuela después de revelar las fotografías que sacó durante el partido de fútbol esta mañana. En total, hizo diez fotos, pero sólo pudo usar dos o tres en el periódico, porque el resto representaba a la misma persona: Juan Pablo Villamil Cortés.

¿Por qué has ido a tu casa? Después del partido, Juan Pablo no estuvo en el vestuario, tampoco apareció en las clases siguientes, hecho que motivó a Simón quebrarse la cabeza pensando en la razón de su partida repentina. ¿Quizá algo malo le había pasado? Pero no pareció como si Villa se hubiera dañado gravemente, por lo menos no había tenido una herida visible o una lesión muscular; había caminado completamente normal hasta la cabina. Mientras Simón anduvo hacia su casillero a través de los pasillos largos del colegio, su cerebro se ocupaba con aquellos pensamientos, requiriendo toda su atención. Aunque quisiera dejar de pensar sobre el mismo chico todo el día, sabiendo que no había una posibilidad de que fueran pareja, este plan no funcionó.

Su única esperanza era poder olvidarse de Juan Pablo cuando fuera a la universidad y que sólo haya sido un crush insignificante, pero también temió que sus sentimientos por Villa fueran mucho más. Estaba enamorado de este chico desde hace cuatro años y no pareció como si fuera a parar en un futuro cercano. A pesar de lo mucho que intentaba olvidarle, no lo logró. ¿Por qué te fuiste?

Simón abrió su casillero y guardó la carpeta conteniendo las fotos en su anticuada mochila, de donde sacó su walkman; como el resto de su ropa, su mochila tampoco era muy de moda, causado por la poca importancia que le daba a eso. Para él, los valores internos eran más importantes que la apariencia. Por eso también se había enamorado de Villamil, aunque además de ser tremendamente amable, galante e inteligente, era el chico más guapo de la escuela. Era el tipo de persona que era popular por su carisma y belleza y sus amigos eran los estudiantes más populares, pero, sin embargo, él no perdía su cortesía a los alumnos menos estimados de la clase, como Simón. Soltando un suspiro, Simón cerró su casillero y se puso en marcha hacia el aparcabicis, apretando el botón del walkman, causando que los ritmos de la música vibraran en sus oídos.

Caminando sobre el patio casi vacío de estudiantes en el ritmo de la música, abrochó su chaqueta por su torso y echó un vistazo a su alrededor, inconscientemente en busca de Juan Pablo, aunque supiera que no le encontraría. En lugar del futbolista joven, vio a una pareja besándose en un banco del patio. El chico rodeaba su novia por la cintura y ella pasaba sus manos sobre su cabello mientras se besaban apasionadamente. Sin darse cuenta, Simón se detuvo, mirándola a la pareja con ojos tristes. Deseó a alguien que le amara también, que le besara y le acariciara amorosamente. Alguien que fuera Juan Pablo Villamil.

Antes de que alguien notara que estaba observando los novios, siguió el camino hacia su bicicleta. La montó, todavía pensando en el mismo chico y con el deseo de tenerle pegado en su cintura. Sabía que no era el único que estaba enamorado de Villa, es decir, sí era el único chico, pero había muchas compañeras de clase que se habían enamorado de él. Villamil podría tener a cualquiera chica, pero según su conocimiento, no tenía novia. Por lo menos eso esperaba.

"¡Hola!" gritó cuando llegó a casa.

"¡Hola, Simón!" respondió su madre, entrando al pasillo con ruleros en su cabello. "Carlos ha llamado para informarte que el ensayo de la orquesta será pasado mañana," señaló. Simón asintió con la cabeza, quitándose los zapatos. Por favor, no me preguntes dónde estuve. "Llegas tarde, ¿dónde estuviste?" preguntó, dirigiéndose hacia el salón para volver a leer el periódico. Fantástico.

"Tenía que revelar las fotos del partido," contestó y colgó su chaqueta en el gancho.

"¿Puedo verlas?" interrogó su madre desde el salón.

"Son aburridas, sé que no te gusta el fútbol," denegó, cogiendo su mochila del suelo.

"Pero a mí me gusta. ¿Las puedo ver?" La voz de su padre preparando la cena sonó desde la cocina.

"No, papá, tengo que escribir el artículo todavía," añadió y casi corrió hacia su cuarto para evitar la conversación.

Cuando llegó a la seguridad de su cuarto, sacó las fotografías de su mochila y la lanzó en un rincón de la habitación. Las extendió sobre su escritorio y las inspeccionó cautelosamente. Otra vez notó lo atractivo que era el chico en la mayoría de las fotos. Eres tan perfecto. Simón le podría observar eternamente. Los detalles de sus músculos y su cuerpo debajo las prendas le volvieron loco, pero, sobre todo, activaron partes de su cuerpo que no excitaba ninguna chica.

Simón siguió mirando una foto que mostraba a Juan Pablo parado en el campo, observando la pelota atentamente con su boca húmeda un poco abierta y su cabello mojado de sudor. Como si no fuera demasiado guapo ya, se podía ver su trasero entrenado que parecía como el más perfecto del mundo. Sintiendo como sus ganas aumentaban, Simón se levantó y cerró la puerta con la llave. Nadie debe atraparme, y debo ser silencioso para que nadie me oiga. No quiso que su hermana menor Alicia se preguntara qué eran los sonidos extraños desde su cuarto.

Normalmente no quería hacer esas cosas, pero a veces simplemente no podía controlarse. Solía justificar esos momentos con el hecho de que era normal para un adolescente de su edad, pero, sin embargo, se sentía culpable. Podía preguntarle una cita al chico, pero por miedo de ser rechazado, prefería aprovechar de su atracción sexual a solas en su dormitorio.

Vigilantemente Simón volvió a sentarse en la silla en frente de su escritorio, notando el bulto en sus pantalones cuando miró hacia abajo. No importaba cuánto intentara reprimir la lujuria que ardió dentro de él, Villamil era irresistible. Otra vez Simón observó la fotografía, abriendo la bragueta de sus pantalones. Sin que pudiera controlarlo, cerró sus ojos y se imaginó a Juan Pablo quitándose la camiseta que cubría sus músculos abdominales. El sudor causado por el fútbol todavía goteaba de su cabello y deslizaba sobre su pecho, desapareciendo en el dobladillo de sus shorts. Su boca estaba un poco abierta y sus ojos verdes causaban que Simón se sintiera como si se derritiera. Un gemido indeseado escapó de la boca de Simón, mientras siguió complaciéndose. El pensamiento en el rostro bello de Juan Pablo y la expresión sensual en aquello aumentó el placer que se difundió dentro de Simón y despertó los sentimientos amorosos por este chico otra vez. Aunque su cuerpo masculino provocó su placer actual, el carácter amable y lleno de vida de Villamil seguía siendo presente en su mente, haciendo que la idea de su contacto pareciera magnífica.

Soltó otro gemido que intentaba contener. La silla crujía por los movimientos rápidos de Simón, pero no le importó. En su mente escuchó los gemidos y suspiros de Villamil, esos sonidos increíblemente eróticos, y se imaginó que la mano que le tocaba también perteneciera a este chico; que sus dedos suaves le acariciaran y el contacto de la palma de su mano caliente le excitara aún más.

"Ah... qué perfecto eres..." suspiró, todavía viendo la cara lasciva de Juan Pablo cerca de él y sintiendo el tacto de su piel sobre la suya. "Sí... Juan Pablo..." soltó y se sintió lleno de placer, un placer que explotó en el siguiente momento. Intentó contener el gemido que quiso salir de su boca, pero no tenía mucho éxito. Respirando rápidamente, volvió a arreglar sus pantalones y se ocupó con disfrutar las sensaciones que vibraban en su cuerpo, imaginándose cómo sería si Villamil las provocara de verdad. Una tristeza repentina sobre su amor no correspondido desplazó la alegría y satisfacción que sintió hace un momento. Siempre era así: Simón pensaba que no necesitaría nada más que el contacto íntimo de Juan Pablo, pero después volvió a sentirse mal. La razón por eso era clara.

No necesitaba su contacto íntimo.

Ni que Villamil se quitara su camiseta.

Sólo necesitaba su amor.

Antes De Los VeinteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora