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Estiraste tu cuerpo una vez más mientras dabas vuelta al asunto ocurrido en la heladería con Hanzo. ¿Qué derecho tenia él a decirte que te alejaras de Genji? Podría ser su hermano pero eso no le daba tal poder, nadie podía decidir por otros. No escucharías sus palabras ni amenazas. Tenías tal pensamiento clavado en tu cabeza de manera firme; ese tipo de comportamiento y creencias elevadas fue lo que te orillo a huir de Kanto.

Provenías de una familia que tenía orígenes extremadamente nobles, pero fue corrompida por el dinero. En un mundo actual como lo era este el dinero era un pilar primario, todo se movía por ello. Tu familia comenzó a hacer tratos ilegales por la codicia disfrazada de visión exitosa creada por tu madre, líder del Clan Uesugi; descendientes de los últimos monjes guerreros que alguna vez ofrecieron numerosos servicios honorables en batallas. Y estabas segura que tus antepasados se estarían retorciendo en sus tumbas ahora mismo.

Por supuesto que no seguirías los pensamientos de tu madre, quería que fueras la líder de un clan corrompido y al ser hija única por la muerte de tu padre antes de que pudiera engendrar otro descendiente todos estaban sobre ti. Presionando para hacerte aceptar el puesto, pero terminaste huyendo. Desconocías la situación actual de tu familia más lo único que comprobabas es que después de un año seguían insistiendo en contactar contigo por medio de los mensajes de voz. Los cuales ignorabas completamente; ya lograste encontrar un lugar en donde desarrollar tu pasión como lo era el baile. Los habitantes de Hanamura te acogieron sin problemas y con calidez e incluso encontraste a alguien con el cual pasar tu tiempo. No echarías nada de eso a perder por los malos hábitos de tus parientes.

Detuviste tus estiramientos y pensamientos cuando escuchaste la voz de Genji en la entrada de tu hogar; te reprochaste a ti misma por olvidar que él visitaría tu hogar hoy. Debías mencionar que había pasado una semana desde el asunto en la heladería, y Hanzo no había hecho más actos de presencia entre ustedes, por lo que la interacción entre ustedes creció más hasta el punto en el que lo invitaste a ir a tu casa por la tarde. Te habías tomado un tiempo para ensayar más rutinas por lo que estabas libre por unos días, y deseabas pasarlos con él; querías conocerlo más.

Recogiste tu cabello en un moño y trotaste hasta la puerta corrediza para abrirla con una sonrisa.

– ¡Genji, bienvenido! – Exclamaste haciéndote a un lado, permitiéndole pasar. Notaste que traía una bolsa en su mano.

– He traído algunas cosas – Comento dejando los zapatos en el recibidor mostrando una sonrisa pequeña. – ¿Dónde lo dejo?

– En la cocina, primera puerta a la izquierda. – Indicaste viendo como empezaba a caminar a paso calmado. Lo seguiste a distancia y hablaste nuevamente cuando empezó a mirar con curiosidad a los lados, detallando tu hogar. – Se me ha pasado el tiempo ensayando así debo cambiarme, estás en tu casa Genji. Ponte cómodo.

– Prometo no romper nada. – Respondió de manera inocente, levantando sus manos y viendo cómo te perdías por el pasillo.

Dio pasos lentos por toda la cocina observando las cosas que ahí tenías, no era una cocina fuera de lo común por lo que salió de esa habitación en pocos segundos. Y como si se trate de un niño inquieto (Con lo cual no tenía mucha diferencia en realidad) comenzando a toquetear uno que otro adorno que tenías por el lugar; viendo tu hogar noto que no eras alguien al cual le gustara tener desorden. Todo estaba puesto en su sitio e incluso el área donde solías ensayar estaba ordenada manteniendo el reproductor a una esquina de la habitación.

Todo eso lo hizo sentir un poco incómodo y apenado puesto que las palabras quejosas de su hermano retumbaron en su cabeza; no era el más organizado del mundo a decir la verdad. Era un desastre. Continuo recorriendo el lugar y paro en la sala donde había un sofá para dos y una televisión pequeña, frunció su ceño extrañado por el hecho de que no hubiera ni una foto cerca. Salió de sus pensamientos al verte acercándote por el pasillo ya cambiada, al parecer corriste para ducharte.

Ojos PardosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora