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Detuviste toda acción en tu cuerpo cuando estabas a punto de retirar la armadura aun puesta en tus piernas, manteniendo las mangas de tus ropas tumbadas a los lados de tu cuerpo por no tener los brazos dentro de estas, teniendo tu pecho cubierto por las vendas. Giraste tu cuerpo en dirección a la puerta del pasillo, distinguiendo unas voces en llanto; provocando que por puro impulso caminar hacia afuera sin importar tu apariencia y llevando aun la espada compañera atada atrás de tu cadera y tomando por último el pequeño comunicador poniéndolo en tu bolsillo.

Avanzando por los pasillos ligeramente llenos de servidumbre que, además de verte con una expresión descolocada por su escasez de ropa, inclinaban sus cuerpos apartándose y dejándote camino libre. Frunciste el ceño al ver como algunas de las mujeres lloraban de manera desconsolada. Te acercaste a unas de ellas.

¡Señora Uesugi! – Exclamo una de ellas, haciendo que todas inclinaran sus cuerpos rebosantes por el llanto.

¿Qué está sucediendo? ¿Por qué el llanto? – Tomaste de los brazos a una de ellas, haciendo que levantara su rostro, reflejando puro dolor.

Oh señora – Sollozo –. Se ha anunciado que alguien cometerá harakiri.

¿Harakiri? – Repetiste alarmada, sacudiendo su cuerpo un poco. Notando un muy mal presentimiento subir por tu espalda. – ¡Dime quien! ¿Quién lo hará?

El joven amo Genji. – Volvió a romper en llanto cubriendo su rostro con ambas manos.

Ignorando los llamados de los criados corriste fuera del pasillo, cruzando el patio de entrenamiento camino al gran salón. Cruzándote con los mismos rostro desconsolados de algunos criados que se encontraban por el camino. Harakiri era suicidio por desentrañamiento, haciendo voluntariamente un corte en el vientre de lado a lado. Eso te aterraba, temías por la vida de Genji. Cuando estuviste frente a la puertas del salón las empujaste con toda tu fuerza, puesto que eran pesadas, provocando que un prolongado chirrido se extendiera por todo el lugar. Trotaste por los pasillos hasta terminar en el centro del edificio, llegando en el justo momento donde Genji empezaba a retirar la parte superior de sus ropas para después tomar el puñal.

¡No! – Tu voz resonó por el salón, interrumpiendo por completo todo acto, incluido el de Genji. Quien solo te observo con una expresión de pena y bajo la mirada.

¿¡Pero quién se cree usted para cometer tal abuso?!

Ignoraste tu pregunta por completo. Empezaste a caminar hacia Genji a paso rápido, bajo las atentas miradas de todo el consejo. Te preguntaste todo estaba Hanzo al no verlo junto a ellos.

¡Deténgase ahí! Es una completa falta de respeto lo que usted está haciendo – Uno de los ancianos se levantó de su lugar interponiéndose en tu camino y mirándote con una expresión enfurecida. – Y mire cómo anda nada más. ¡Debería darle vergüenza!

Poco me importa mi ropa. ¿Por qué han ordenado esto? ¿¡Por qué lo han ordenado?!

¡Suficiente!

Miraste hacia uno de los balcones al escuchar la voz de Hanzo, quien se encontraba bajando de manera apresurada y con un rostro molesto, llevando consigo su espada a la cadera.

Yo fui quien lo ordeno, no ellos. Y debo recordarle que no tiene ningún poder aquí, se encuentra dentro de mis dominios ahora.

Eres su propio hermano – Te acercaste a paso pesado para encarar a Hanzo, quien no hizo ninguna expresión ante tu cercanía. –. ¿Cómo puedes ordenarle que haga esto? ¿Acaso no es suficiente con lo que ya hizo hoy Genji?

Ojos PardosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora