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El correr del tiempo era inevitable; cuando menos esperaste y parpadeaste te viste nuevamente dentro de tu palacio siendo rodeada por tus criados y discípulos, quienes recibieron tu decaída alma con brazos abiertos y llenos de alegría. Expresando de diferentes formas todo lo que tu ausencia había significado para sí mismos. Permitiste sin problemas que más de uno te rodeara en cálido abrazo. Dejaste que las criadas quitaran tu ropa y bañaran a falta de fuerza propia, estaban en el punto de la melancolía más bajo que había por el solo hecho de que hubieras vuelto; habías dejado a la persona frente a quien te desvelaste como un escorpión. No podía evitar sentirte terriblemente mal. Por ello y porqué una vez se sus caminos se separaron por razones inevitables a pensamiento propio, por obligación y moral. Y por supuesto que se prometieron escribir cartas pero simplemente no era lo mismo.

Cargando con tu propio cumulo de sentimientos conflictivos en tu pecho terminaste haciendo un esfuerzo por reponerte, obligarte en pocas palabras, a tomar tu postura estoica frente a todos los presentes en las paredes de tu hogar nuevamente. No podías dejar ver tu frágil estado. ¿Qué clase de líder en el que se debía creer se mostraba débil con facilidad? Ni siquiera tu padre lo había hecho por más poco común que fuera su manera de manejar el clan, siempre término manteniendo la calma frente a todo. Seguirías sus pasos.

Con el pasar de los días, las cartas empezaron a llegar en manos de tus criados hasta las tuyas. Siempre solías leerlas a final del día en tu habitación a la luz de una vela, evitando de esa manera el potencial de que alguien terminara descubriendo de las lágrimas que siempre llegaban a caer de tus ojos. Aun cuando te esforzaras por evitarlo, siempre terminaban cayendo por la sola lectura a las palabras plasmadas que Genji sobre el papel; incluso llegaba a tomarse el detalle de escribirlo a su palabra original en trazos de tinta. Era una forma de darte ánimos y paciencia pues sabrías que algún día estaría satisfecho con su propia conciencia y se permitiría a sí mismo volver junto a ti.

Respondiste cada una de sus cartas con la mayor precisión a tus verdaderos sentimientos respecto a lo que te contaba en ellas, sintiéndote verdaderamente feliz de que entre sus relatos mencionara el avance de su relación con la doctora Ángela y Gabriel. Te dejaba en paz saber que cuando necesitara apoyo y no estuvieras cerca habría más a los cuales acudiría.

Con la motivación de su avance retomaste tus enseñanzas a los discípulos conformados por jóvenes residentes de tu villa. Eran jóvenes excepcionales que adsorbían con rapidez lo que les enseñabas, cualquier cosa, incluso tus enseñanzas morales puesto que no solo enseñabas como manejar armas. No, le guiabas por el camino pacifico que tu propio padre te instruyo con paciencia. Tu objetivo no era crear discípulos que mataran sin pensar a una sola orden de tu boca, deseabas y anhelabas formar discípulos que pudieran encontrar de igual forma el balance moral frente a las acciones de otros y que en circunstancias pudieran proteger a quien lo necesitara. Solo pedias su dedicación y palabra a cambio de todo ello que les ofrecías.

Con el pasar de un mes la voz de tu regreso se corrió como la pólvora por el país dando como resultado la llegada de diversos presentes de aliados o amigos lejanos del Clan; reconociste el apellido de muchas de esas personas por lo antiguos amigos de tu padre cuando organizaba veladas en el palacio. Algunas llegaron a enviarte escritos, reconociendo y afirmando el buen visto de tu imagen actual como cabecera; uno que otro reafirmo la mala administración que llego a ejercer tu madre y esperaban que fueras mejor que ella. Y por supuesto que lo serias.

Tomaste la carta que te extendió para leer uno de los criados luego de inclinarse; la mayoría eran jóvenes aun, más que tú, descendientes de los antiguos criados internos. Tus ojos se abrieron con sorpresa al ver que se trataba de una invitación de uno de los clanes del centro de Japón.

Ojos PardosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora