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Las siguientes dos semanas fueron lentas y tortuosas para tu paciencia y mente. Ni siquiera sabias porqué esperabas tanto o ansiabas cada día, era un sentimiento agobiante, y atribuías todo ello al hecho de que todavía no asimilaras la muerte de Genji. ¿Pero cómo no lo hacías aun? Habías visto con tus propios ojos su cuerpo ensangrentado y desmembrado. No comprendías tu enmarañada mente.

Las terapias de la doctora Ángela fueron ejercidas cinco días después de tu despertar, debían asegurarse de que no hubieras secuelas en tu cerebro y alejar la posibilidad de que volvieras a un estado vegetal; empezaron con tus piernas, dejándote ver lo pasmadas que estaban al igual que tus manos. Durante las terapias recibías apoyo de Ana o Gabriel en ocasiones puesto que solías decaer mucho con tan solo un recuerdo de lo que habías provocado, ambos hacían su mejor esfuerzo por mantener distraída con charlas amigables u juegos de cartas en tus periodos de reposo, agradecías sus presencias e incluso la de la hija de Ana, Pharah. Una niña muy simpática que solía visitarte por las tardes luego de tus terapias, suele hablar sobre lo mucho que le gusta tu cabello por sobre todo, llegando a trenzarlo y sin intensiones provocándote derramar una que otra lagrima. Lamentablemente todo te recordaba a Genji en muchas ocasiones.

Hoy era tu prueba motora, Ángela explico que te pondría a correr sobre una cinta eléctrica. Conecto varios cables a tu pecho y se alejó lo suficiente; debías agregar que fue extraño acostumbrarse a la ropa occidental que Ángela te había entregado. Sin mencionar que ahora te la pasabas hablando en inglés y muy pocas veces susurrabas palabras para ti en tu propio idioma. Era extraño este ambiente pero te esforzabas por recuperarte lo más rápido que pudieras por cuenta propia; sabías que debías ir a Kanto para dar cara. No podías descuidar el palacio ni a tus estudiantes más tiempo, literalmente te habías alejado un año luego de tomar el mando.

Bien (Tn), cuando estés lista encenderé la banda. – Advirtió entusiasta la rubia, sonriendo por tu progreso rápido a pesar de la recaídas que habías tenido. Te reconocía como una mujer fuerte. – Recuerda que puedes subir el ritmo de manera manual si lo deseas, pero comienza por algo lento.

Está bien, empiece por favor.

Y tal como lo pediste, la banda eléctrica empezó a dar marcha obligándote a caminar para que los cables en tu pecho no se desprendieran. Subiste el ritmo de la caminadora a uno de trote al cabo de unos minutos, moderando tu respiración y mirando a un punto fijo del cristal frente a ti. Donde veías la imagen atenta de Ángela, quien anotaba cosas que veía en el monitor de su lado. Empezaste a correr tomando distancia de la barra, sintiéndote después de mucho tiempo con ánimos para sonreír mientras movías tus piernas y brazos a la velocidad de la banda. Santo cielo, te sentías de maravilla. Soltaste un grito de entusiasmo mientras corrías a todo lo que daba tu cuerpo, sacándole una sonrisa a Ángela. Por primera vez en todos los días desde que habías despertado te sentías bien, sin ningún recuerdo o preocupación. Terminaste bajando de la cinta luego de unos minutos más, sudando más de lo que desearías pero sintiéndote bien.

Saliste por el pasillo siendo acompañada por Ángela, escuchando sus comentarios alegres sobre tu estado y dándote el visto bueno para tu alta muy pronto. Mientras ambas caminaban no puedo evitar dejar de hablar al oír un pequeño revolú a la vuelta de la esquina reconociendo la voz apresurada de Gabriel y los gritos de alguien más, no reconocías esa voz. Ángela te observo por un momento, alarmada por algo que tú no comprendías.

Vuelve al laboratorio (Tn). – Se apresuró a decir, empujándote suavemente por los hombros ganándose una mirada interrogante de tu parte. – Por favor.

Dudando un poco de lo que ocurría asentiste con la cabeza, dando vuelta y empezando a andar de vuelta a la habitación, cerrando la puerta tras sí y escuchando mejor la voz de Gabriel y Ángela. Parecían que quisieran detener a alguien y logro ponerte alerta al oír un golpe seco seguido de una queja. Tomaste lo primero que viste para defenderte, una tijera. Te hiciste a un lado cuando la puerta fue abierta de par en par, dejándote ver la imagen casi completamente robótica de alguien.

¿Genji? – Tragaste saliva viendo su rostro, observándolo con una expresión atónita. Empezaste a negar con tu cabeza dando pasos hacia atrás. – No..., estas muerto.

Estuve muerto – Corrigió, estirando ambas manos a sus lados, observándote con una mueca distante mientras presionaba sus labios entre sí. Comenzó a acercarse. –. He venido corriendo al enterarme de que despertaste. No sabes cuánto estuve esperando por...

¡Vi tu cuerpo y sentí tu corazón dejar de palpitar! ¿Cómo puede ser posible? – Tu pregunta quedo en el aire hasta que Ángela aparecido tras ustedes, acompañada por Gabriel, quien sostenía su hombro con una expresión adolorida.

Es nuestra culpa, por no habértelo explicado antes. – Aclaro Ángela, mirándote compasiva. – Habías pasado todo un año en coma por un traumatismo, le explique a Ana y Gabriel que sería arriesgado para tu salud decirte que Genji seguía vivo. Apenas habías despertado.

Decidimos que luego de tu rehabilitación te contaríamos todo. – Gabriel miro con reprocho a Genji. – ¡Pero alguien se precipito de más!

¿¡Acaso quería que esperara más tiempo!? ¡Espere todo un maldito año!

¡Pero no tenías que torcerme el hombro!

Era la única forma de que me dejara pasar.

Aun descolocada por todo lo dicho terminaste arrodillándote sobre el suelo, presionando la tijera entre tu mano mientras observabas a Genji; sintiéndote peor aún al ver su casi completo cuerpo hecho ahora de implantes metálicos. No apartaste tus ojos de los suyos hasta que se arrodillo de igual forma frente a ti, manteniendo un rostro ligeramente entristecido puesto que notaba los ojos con los que lo mirabas. Eso le inquietaba. Tu pecho se contrajo al sentir como su mano se posaba en tu rostro, estaba fría y removió tu culpa aun más.

¿Pero qué he hecho?

Nada (Tn). Tú no has hecho nada – Afirmo de inmediato, mostrando un rostro fruncido mientras hablaba. – El culpable de todo es mi hermano, fue él quien levanto la espada en primer lugar.

Ojos PardosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora