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El día comenzó como ya era de costumbre, desayunando junto a Hanzo y Genji en una atmosfera totalmente tensa que de vez en cuando, Hanzo rompía preguntándote cosas banales o acerca de tus planificaciones para los entrenamientos de sus discípulos. Por supuesto que ponías de tu parte para conversar o hacer más agradable el ambiente en esas ocasiones pero simplemente no podías llevarlo más allá de respuestas cortas y rostro inexpresivo que irritaba al menor de los hermanos. Hace más de dos semanas ya que estaba de un humor horrible y todo por tu sola presencia, no intercambiaron palabras desde las últimas en aquella práctica, aquella en la que te retiraste en silencio.

A diferencia de ese encuentro el resto de tus entrenamientos con los discípulos del clan Shimada eran normales, asegurándote de explicarle a cada uno como mejorar o dominar tu técnica, si es que querían o pretendían vencerte. Ellos eran muy centrados en lo que querían, en volverse más fuertes y mirarte con atención e intentando imitar tus pasos luego. Más de una vez recibiste uno o dos cumplidos de parte de los ancianos del consejo del clan Shimada, preguntando sobre la historia de tu familia y compadeciéndote de tu perdida y al final felicitándote por tomar riendas aunque solo quedaras tú. Empezaba a verte como una joya poco común y muy valiosa sin que tú lo notaras.

Por otro lado los entrenamientos con los hermanos Shimada eran más centrados, empezando a poner mano dura con Hanzo, puesto que él aprendía más rápido aunque la katana no fuera lo suyo. Pero aun no lograba derribarte o despojarte del arma, por lo que aun faltaría mucho por enseñarle.

Y finalmente estaba Genji. Desde el incidente en aquella noche no compartías palabra con él más que para corregir su técnica, siendo directa e ignorando sus comentarios llenos de reproche por tu partida. Llegabas a aceptar la razón para su actitud hacia ti y por eso no respondías, guardabas silencio y lo mirabas distante. Lo tenías merecido incluso.

Pero cuando llego la noche, terminaste tú entrenamientos y tuviste una silenciosa cena de la cual no llegaste a comer casi nada por un nudo en su garganta, te retiraste a la habitación de baño; quitando la parte superior de tu ropa y quedando con las vendas que recubrían tu pecho, siendo estas más efectivas y cómodas durante tus entrenamientos quedando finalmente con el pantalón.

¿Desea que la ayude a bañarse esta vez? – Negaste ante la pregunta de una de las criadas, no era la primera vez que la veías ahí y siempre te negabas. Sin más te dejo sola.

Retiraste el resto de la ropa sumergiéndote de manera superficial en el agua tibia memorizando todo lo ocurrido luego de haber dejado Hanamura, o mejor dicho, antes. Dos meses luego de que Genji no volviera a dar cara y de que Hanzo hubiera ido hasta tu hogar, una mujer llamada Ana Amari termino contactándose contigo. Ni siquiera te importo saber cómo fue que supo dónde estabas y terminaste aceptado el hecho de que te ofrecieron protección a cambio de información, puesto que aparentemente estuvieron vigilando los encuentros ilícitos de tu madre y ese mismo contacto fue quien acabo con la vida de toda tu familia. Un arreglo de cuentas.

Cuando Ana llego acompañada de otro hombre llamado Gabriel Reyes, ambos explicaron que los crímenes cometidos por tu madre no te serian heredados, dejándote impune, pero pidieron que los llevaras hasta el palacio para registrar los posibles documentos que ahí se alojaban, puesto que ellos no podían entrar sin la autorización de un propietario. También podrían haber pedido permiso de otra manera pero el manifiesto revelaba que veintinueve miembros de la familia Uesugi habían sido presentados y solo se encontraron veintiocho cuerpos; para ellos tú eras la única que podía cederles el permiso por lo que dieron marcha a una investigación para tu paradero.

Todo eso te hizo volver a pensar las cosas con mayor detenimiento y agregando las palabras de Hanzo terminaron siendo el detonante para que aceptaras y terminaras siendo la nueva frente el apellido Uesugi. Dejando atrás a Hanamura para volver a Kanto; alejándote de Genji. Realmente también habías pensado en él, aceptando que lo mejor sería alejarte y dejar de ser una distracción y causante de problemas futuros dentro de su familia.

Al llegar al castillo fuiste recibida con respeto y algo de asombro, puesto que la mayoría habría asumido que no volverías a tu hogar luego de escuchar la noticia de tu huida. Te presentaste formalmente ante todos dejando en claro que no seguirías las decisiones de tu madre y ejercerías a tu voluntad. Tuviste que pasar un año entero traduciendo los manifiestos de las acciones familiares para Ana y Reyes mientras estos trajeron a unos cuantos soldados más a tu hogar para asegurarse de que con tu regreso nadie quisiera lastimarte. Cuando acabaste con lo que te habían pedido te extendieron un comunicador, dejando en claro que siempre estarían a tu orden en cualquier circunstancia y estuviste agradecida por ello.

Los siguientes meses a eso terminaste abriendo las puertas para empezar a impartir clases, tu familia jamás estuvo dispuesta a compartir su conocimiento en armas por lo que tú lo haría ahora. Aunque igual te guardaste cinco o seis técnicas para ti. El dinero nunca te fue una preocupación, estabas más que segura que seguiría ahí incluso después de tu muerte por lo que tus clases fueron gratis, obteniendo así multitud de discípulos a los que entrenaste y ganaste cariño por dos años hasta que tu presencia fue requerida en Hanamura; describiendo en la invitación que el Clan Shimada estaba dispuesto en adquirir aliados y nuevas habilidades. Terminaste aceptando, solo porque fuiste advertida del grupo de ancianos conformados por aldeanos que si no asistías sería considerado una ofensa muy grave; y lo último que querías era un problema, lo que terminaste aceptando en ir.

Así que esos tres años se resumían en eso; estando en el hogar de una persona a la cual lastimaste a costa de un bien que aparentemente nunca de ejerció como tú pensabas, puesto que según lo que habías visto en este tiempo la actitud de Genji había empeorado, muchísimo, llegando a incluso volver en las madrugadas con el rastro de pintura labial en su cuerpo. Más de una vez tragaste grueso la decepción que subió por su garganta al verlo en tal estado, realmente esperabas otra cosa de él y por más que quisieras no podías quitar el pensamiento insistente en tu cabeza que te hacía sentir culpable por ello; tu decisión y partida había marcado a Genji de una manera desastrosa.

Lo lamento tanto, Genji.

Cubriste tu rostro con ambas manos quitando las lágrimas que caían, terminando sumergirte por completo en el agua.

Ojos PardosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora