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– ¿Entonces sabes manejar armas? – Genji pregunto mientras tomaba los palillos con destreza, asegurándose de restregártelo a la cara. Le habías comentado que jamás se te dieron bien los palillos y hacia burla a ello.

– La naginata por lo general – Respondiste con una sonrisa, moviendo la cucharilla en tu plato. Reconocías que Genji cocinaba excelente, eso fue lo que logro subir tu ánimo luego de haberle contado sobre tu familia. –. Papá solía entrenarme en sus tiempos libres ¿Tu practicas algún arte?

– Solo con la katana, intentaron impartirme el arco al igual que mi hermano pero no se me da muy bien. – Se encogió de hombros con una sonrisa.

– ¿Cómo es tu familia, Genji? – Era tu turno de preguntar y él lo sabía, por lo que no decidió darle vuelta al tema.

– Pertenezco a un Clan mafioso, el Clan Shimada. – Dijo directo y no dio más explicaciones, haciendo una mueca esperando que tu rostro cambiara a pavor o algo parecido como lo hacía de la mayoría dentro del pueblo luego de reconocerlo. Pero nada paso, no ibas a juzgarlo por pertenecer a una familia que literalmente seguía el mismo camino que la tuya; seria hipócrita.

– No te voy a juzgar – Aclaraste con un sonrisa, dejándole una expresión de alivio. –. De hecho, creo que nos hace más parecidos. Ambos provenimos de familias torcidas y no queremos ser parte de ellas.

– Si..., la diferencia es que tú si pudiste huir. Pero, al menos así pude conocerte. – Sonreíste de oreja a oreja por sus palabras.

– Igual me alegra haberte conocido Genji – Sonreíste. Sintiendo un sabor amargo por el recuerdo de las palaras de Hanzo; entendías a que se refería ahora, no te creía lo suficientemente digna para un heredero de su Clan, un Clan mafioso. Pero qué tontería. –, eres alguien encantador.

Cubriste tu boca con una mano cuando te fijaste en la expresión embobada y sonrojada de Genji, manteniendo aun un trozo de su comida entre los palillos. Chasqueaste tus dedos frente a su rostro haciéndolo volver en sí luego de ver por la puerta de la sala como empezaba a oscurecer.

– Sera mejor que partas, está oscureciendo ya y el camino de vuelta a la aldea es mucho. – Hablaste en todo calmado para no parecer mal educada, realmente no querías que Genji se fuera tan tarde de tu casa. Y menos con un clima como hoy, nublado.

– Está bien, es bastante tarde en realidad.

Empezaste a recoger con rapidez las cosas de la mesa junto a Genji, terminando por dejarlas en la cocina para lavarlas más tarde. Mientras Genji se aseguraba de revisar no haber dejado nada más lo observaste desde el marco de la cocina con una sonrisa; Dios santo. Ya te dolían las mejillas por hacer tantas veces la misma expresión, pero era un dolor soportable a contraste de la sensación en tu pecho. Era agobiantemente satisfactoria. Ni siquiera sabias como eso podía ser posible. Cuando Genji dio aviso caminaste a su lado hasta la puerta.

– ¿Sabes? Mi familia puede ser un Clan de asesinos igual que la tuya – Comento poniéndose los zapatos con rapidez. Lo escuchaste con atención. –, pero son agradables más allá de ese aspecto.

– ¿A qué quieres llegar con eso? – Doblaste una ceja en su dirección, luego se levantó quedando a dos pasos de ti.

– Básicamente que te invito a mi hogar para cenar y conocer a mi familia cuando no estén matando gente. – Su voz se tiño de diversión mientras recargaba todo su peso en un lado de su cuerpo, observándote con confianza que a duras penas había logrado sacar de su cuerpo. Le ponías nervioso. – ¿Aceptas?

– No estoy del todo segura de que sea lo más conveniente...

– Descuida, no tiene porqué ser mañana mismo. – Palmeo suavemente tus manos entre las suyas. Manteniendo su mirada fija en la tuya. – Sera cuando estés completamente segura.

Como la última vez, Genji se inclinó sobre ti, cerraste tus ojos por reflejo esperando un beso sobre tu frente. Como la última vez. Pero lo que sentiste después fueron sus labios entre tu quijada, demasiado cerca de la curva de tus labios. Supiste que lo hizo con intensión cuando al abrir tus ojos, un tanto descolocada, lo observaste con una sonrisa de pequeña surcando su rostro. Naturalmente estabas sonrojada.

– Que tengas buenas noches, (Tn).

Te dejo con las palabras en la boca cuando salió a un paso apresurado, cuando estuvo a una distancia comenzó a correr y a dar pequeños saltos. Meneaste la cabeza abrazándote a ti misma por el escalofrío y la sensación tibia que se posaron en tu cuerpo. Pero esa sensación desapareció a los segundos siendo remplazada por una más desagradable; la de estar siendo vigilada. Eso fue tu aviso para entrar y asegurar todas las puertas y ventanas.

Cuando estuviste completamente segura de que la sensación había desaparecido pasaste por el pasillo recogiendo el retrato de tu padre que había quedado sobre una pequeña mesa y lo llevaste nuevamente a tu cuarto, acercándote a un baúl mediano y dejándolo dentro. Pasaste tus dedos sobre la cubierta de este y miraste por encima del marco de la puerta, donde se hallaba colgada contra la pared una naginata; por supuesto que habías alcanzado a llevarte algo más que ese retrato.

Escapaste el mismo día que te habían ordenado a cometer tu primer asesinato fuera de Kanto junto a otros discípulos de estatus menor, llevándote tú arma contigo. Estuviste tentada a echarla lejos más de una vez mientras te alejabas pero temías, no querías por más que repudiaras a tu familia. Te estiraste para tomarla y leer el grabado en su hoja.

Úsala para para bien y con responsabilidad.

Daiki Uesugi

Ojos PardosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora