Ojos Pardos

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Tal como le habías explicado a Hanzo, el perdón u la compasión en tu Clan eran esenciales dentro sus principios. Se perdonado y aprende de ello. Tu padre solía repetir eso muchísimas veces durante todo el tiempo, recordabas que una vez incluso perdono a un bandido que había intentado robarlo durante sus viajes de meditación a las montañas y termino trayéndolo consigo devuelta al castillo para tomarlo como uno de los discípulos. Tu madre estaba escandalizada por tal cosa. Mas sin embargo aquel hombre no duro mucho como parte de ustedes ya que termino retirándose al cabo de un año, alegando que ahora debía volver con su familia y agradeciendo infinidad de veces a tu padre.
Perdono y tuvo compasión de un hombre que intentó atacarlo, siendo alguien más lo habría asesinado por la espalda con la guardia baja.

Tu perdón hacia Hanzo aún estaba en duda, puesto que a pesar de tus costumbres y creencias aun conservabas una parte de tu ser al que le enfurecía su presencia mientras que la otra se mostraba completamente compasiva. Pero todos merecían la oportunidad de enmendar sus errores y aprender de ellos. Sin importar que cosa tan horrenda hubiera cometido..., aun cuando eso se tratase de asesinar a su propio hermano condenándolo a un cuerpo casi metálico.

Por supuesto que merecía una nueva oportunidad. Tu misma eras testigo de lo arrepentido que estaba, mas no significaba tu perdón absoluto aun.

Aquella noche terminaste dejando que Hanzo sollozara contra tu ropa con más fuerza de la que te hubieras imaginado, te limitaste a solo pasar tu mano por su aun corto cabello; el cual tú habías cortado con tu propia hoja. Estuviste de pie frente a él hasta que voluntariamente se levantó del suelo pasando una de sus manos enguantadas por su rostro y sin mediar palabra empezando a alejarse a pasos tan silenciosos como los que le trajeron aquí. Pusiste tus manos atrás de tu espalda, manteniendo una expresión ahora apacible antes de hablar:

– Estaré dispuesta a ayudarte u apoyarte, siempre y cuando así lo desees, Hanzo.

El eco de tu voz se perdió por el jardín hasta terminar como un murmullo superficial. Hanzo detuvo su caminar al escucharte, girándose lo suficiente para dejarte ver su rostro aun enrojecido con una expresión decaída junto con una sonrisa pequeña, inclinándose un poco con gesto desganado.

– Y agradezco eso, pero ya ha tenido demasiado que ver conmigo. Disfrute del resto de la noche, Uesugi.

Observaste en silencio como la imagen de Hanzo se alejaba hasta perderse en la multitud de personas dentro del salón. Dejándote con un saber amargo en la boca. Puesto que esperabas que aceptara tu ayuda más de igual manera creías que ya habías tenido suficiente. Tragaste tus palabras y caminaste un poco más por el jardín, presionando el borde de tu ropa entre tu mano.

El resto de la velada te encontraste nuevamente con Maximilian y Amélie, disfrutando de su compañía y platica hasta que tu cuerpo no puedo dar mucho más allá de la madrugada. Y a penas habías podido conciliar el sueño dentro de tu habitación asignada. Puesto que las imágenes de ambos hermanos se repetían entre tus pensamientos revueltos; llegaste a preguntarte como seria si alguna vez ambos volvieran a encontrarse. Te era obvio que Hanzo desconocía de la aun latente vida de Genji, la única que daba por viva de aquella noche eras tú. Y solo porque no había tenía la intensión de que así no fuera. Si hubiera querido asesinarte lo habría hecho hace un año, (Tn). Eras consciente de Genji y aun así no le dijiste, no podías explicar por qué. ¿Acaso querías ver que tan arrepentido estaba de la muerte de su hermano? ¿Probar si verdaderamente le afectaba en algo ocultándole un hecho que podría apaciguar su consciencia frente a sí mismo?

¿Estabas disfrutando de su sufrimiento y pena acaso sin darte cuenta? No, no podía ser posible. Jamás en tu vida te agrado ver sufrir a alguien, sí así hubiere sido entonces habrías cortado su cuello cuando se mostró impotente y débil. Cuando él mismo te lo pidió.