Capítulo 40

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 Ares:

Entre vasos vacíos y ceniceros sucios, la cabaña igualmente parecía cálida y acogedora. Todo el mundo se fue, solo eramos nosotros. Y que hermoso sentirte allí. Sola y conmigo, al borde de la noche, y que durabas, eras más que el tiempo. 

 Yo me sentía desnudo, aún con ropa. Porque allí entre las sabanas, despeinados, riendo, mi alma estaba desnuda. Me había entregado completamente a Kara, ella me hacia sentir vivo.

El placer que juntos inventamos es un signo de libertad, porque juntos volamos. Entonces mis manos buscan hundirse en su pelo, acariciar lentamente la profundidad de su pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de ganas. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. 

Las yemas de mis dedos recorrían lentamente sus piernas hasta sus pechos, que eran como  montañas, las estrías en sus muslos eran como ríos y sus ojos, eran los soles mas hermosos que alguna vez haya visto. Los limites de nuestros cuerpos se mezclaban, los ritmos cambiaban al mismo tiempo que nuestras respiraciones. No había melodía mas bonita que escucharla gemir mi nombre. 

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