Capítulo 13

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Hasta ese día solo había visto una mirada así de penetrante, al principio quedé un poco atónita, sus ojos eran tan expresivos, como lo habían sido los de mi amiga, era como si transmitieran miles de sensaciones al mismo tiempo. Me quedé viéndola fijamente, a ella pareció incomodarle, no paraba de tirar de su cabello y girar la mirada hacia otro lado, me golpeé mentalmente ¿Cómo no iba estar incómoda? Prácticamente la estaba acechando.

¡Tranquila Sam! solo son un par de ojos, repetí para mis adentros... ya me parecía al perro faldero, me estaba traumando con un par de pozos negros.

Según yo íbamos a volver nuevamente a la oficina o por lo menos iban a pasar dejándome, no contaba con que a Erik se le antojaría celebrar la llegada de su nuera, con un almuerzo familiar, en el cual, por supuesto estaría incluido Theo, eso me lo dijo mi hermano. Me trasladaba en el asiento trasero del coche, porque obviamente Kara viajaba de copiloto. En todo el recorrido iban dándose cariñitos y besándose, sin importarles que yo estuviera presenciando todo el espectáculo, o que pudieran provocar un accidente, por no prestar atención a la carretera.

 — Iremos al restaurante preferido de mi padre.  — Ryan iba entrando a la calle que nos conducía al lugar.  — Te encantará, lucecita.  — Dijo refiriéndose a su novia.

¿Lucecita? ¿acaso se llamaba Luz? Si es así, que rara combinación entre nombres, pensé.

 — ¿Te llamas Luz?  — No pude evitar hacer la pregunta.

Kara pareció tardar unos segundos en procesar lo que le preguntaba.

 — Oh no, mi segundo nombre es Elizabeth, Lucecita es un apodo cariñoso que me dio tu hermano. —  Explicó.

 — Bien.  — Contesté seca.

Me dio la impresión de ser un sobrenombre muy extraño.

Sé que a simple vista era como si la chica no me agradaba, más cuando en el rato que llevaba acá, solo la veía seria y contestaba cortante a todo, pero no era así, solo que nunca conocí a una novia de Ryan, ni estaba acostumbrada a que otra mujer que no fuera yo tuviera su atención.

—  Ryan. Necesito que me hagas un favor, préstame tu celular, ya no tengo crédito. — Sostenía el móvil entre las manos, mi saldo estaba en cero, con tanto alboroto, se me olvido ir a cancelarlo.  — Necesito llamar a Theo, para que sepa a donde llegar.

Al hacer mención del nombre del perro faldero, mi hermano apretó el volante, noté un ligero cambio en su semblante, no fui la única que lo hizo.

—  ¿Theo?  — Interrogó ella en dirección de mi hermano.  — ¿Es el mismo Theo?

Ryan, solo asintió.

Estaba confundida ¿Qué pasaba? ¿Lo conocía? y sino ¿Cómo? o ¿Por qué sabia de él? Claro, ella podía estar al corriente de todo, pero yo no. Que hiciera esa pregunta, despertó mi curiosidad. Sospechaba que ella sabía más de la relación que hubo entre mi hermano y Theo y por qué le afectaba tanto a Ryan.

 — ¿Lo conoces?  — Traté de no parecer muy interesada.

 — Yo...

 — No, no lo conoce.  — Interrumpió mi hermano.

 — Le pregunté al dueño del circo, no a sus payasos. —  Dije de mala gana.

 — Madura Sam, ya no tienes diez años, deja de ser una niña malcriada y compórtate como mujer.

Detestaba que me tratara así, se creía que era el señor absoluto dueño de la perfección, un hombre maduro y bla, bla, bla. Se atrevía a pedirme madurez cuando él iba por ahí peleando con Smith como puros niños de cinco años, hasta un niño se comportaba mejor que ellos dos juntos. Además me repetía demasiado esa frase.

A Través De La Ceniza (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora