Especial

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Edward

Afuera llovía a cantaros, Sam y yo llegamos completamente mojados a mi casa. Subí a mi habitación, en busca de toallas para secarnos y ropa, aunque mis camisas le quedarían muy grandes. Bajé con las cosas en mano, ella estaba sentada sobre la alfombra de la sala, se veía tan tierna abrazando sus piernas por el frio, parecía una niña pequeña, tan frágil y hermosa, que me dediqué a verla un par de minutos más, en silencio. De pronto Sam, volteó en mi dirección, me había pillado viéndola. Caminé hasta ella y me senté a su lado, dejando todo lo que traía en el suelo.

 — Tienes una casa muy bonita.  — Una hermosa sonrisa apareció en su rostro. —  Las pinturas que tiene son hermosas.

Me encantaba su sonrisa, todo de su ser, desde que la había visto por primera vez, quedé embelesado, recuerdo que pensé, que era la mujer más hermosa que logré ver hasta ese momento de mi vida, ni siquiera ella se comparaba con Sam.

—  Fue un regalo de mi madre, las pinturas las hizo ella, la iba vender al final decidí quedármela. —  Me encogí de hombros.

 — Pues, es un regalo muy bonito. Hiciste bien en conservarla. —  Su sonrisa cambio, ya no era radiante como al inicio, sino más bien triste.

—  ¿Sucede algo?

Hizo un gesto con la cabeza, señalando que no. En el tiempo que llevábamos saliendo, me di cuenta que muy seguido le pasaba eso, podía estar sonriente en un momento, al siguiente la tristeza inundaba sus ojos y siempre negaba que le pasaba algo o se distraía muy fácil, lo peor era que ni siquiera me contaba, pero supongo que las personas que más se esfuerzan por mostrar una sonrisa en todo momento, son las que más dañadas se sienten y están tan ocupadas mostrando lo contrario que ni siquiera tienen tiempo de contarlo.

 — Cuando te sientas lista para hablarlo, sabes que estoy aquí ¿No es así?

Moría por saber que le pasaba, para poder ayudarle, pero no quería presionarla, sino ganarme su confianza, realmente me importaba demasiado.

Recostó su cabeza en mi hombro, rodeé los suyos con mi brazo, permanecimos en el silencio más relajante que había experimentado, hasta que a mis oídos llegaron las palabras que fueron como música tocada por los propios ángeles para mí.

—  Ed.

Sonreí, ante su manera de llamarme, era la única que lo había hecho hasta ese entonces.

 — ¿Si?

—  Te quiero, te necesito más de lo que crees y sé que si pudiera viviría por ti hasta el final de mis días.

Mi corazón se aceleró incontrolablemente, era la primera vez que me decía algo como eso, si estaba soñando no quería despertar, tenía tanta paz a su lado. Me separé un poco, tomé su rostro entre mis manos y la mire fijamente.

—  Te quiero Sam, más de lo que puedas imaginar, te necesito para darle el color a mi vida, ese mágico color que pintas en mi con tu sonrisa y esos preciosos ojos, viviría y daría mi vida por ti.

Nos aceramos lentamente y sellamos esa promesa con un beso, al fin sentía que había encontrado mi lugar en el mundo, que había encontrado mi hogar.












Les dejo un poquito de lo que pasó entre Ed y Sam.

Gracias por sus votos, lecturas y comentarios.

Espero la estén disfrutando.

A Través De La Ceniza (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora