Prólogo

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Todo estaba oscuro, apenas y podía ver, parecía que había paredes a mi alrededor, pero a la vez soplaba una brisa helada que recorría todo mi cuerpo, no podía mover mis manos, mis piernas estaban entumecidas. No era eso lo que me preocupaba sino la sensación que tenía por dentro era totalmente diferente a lo que sentía mi cuerpo por fuera era; como si fuego me quemaba en el interior y alguien me oprimiera el pecho dificultando la respiración, de pronto gotas de sudor empezaron a descender por mi piel, mis manos empezaron a temblar, mis dientes castañeaban y mis ojos se sentían como dos bolas de nieve.

Podía captar la presencia de alguien más, tenía la certeza de que me estaban observando.

— Samy, Samy, Samy ven, ven Samy.

Esa voz, era capaz de reconocer esa voz en cualquier parte del mundo ¿Cómo era posible que estuviera aquí?

El corazón me empezó a latir desbocadamente, parecía como si fuese a salirse de mi pecho. Quería hablar, decirle que viniera a buscarme, que no la veía, todo estaba tan oscuro y no podía identificar de donde venía su voz.  

— Saaaam ven —su voz estaba llorosa—. Te necesito.

Empecé a buscar por todas partes con mi mirada, la oscuridad no me dejaba ver nada, estaba haciendo mi máximo esfuerzo por encontrarla aun así simplemente no veía nada. La desesperación estaba en aumento en mí.

De pronto el lugar estaba más iluminado y ella estaba justo frente a mí a unos cuantos pasos. Mi mejor amiga estaba ahí, tenía el mismo vestido de aquel día que yo me esforzaba tanto en olvidar. Quería tocarla, abrazarla, asegurarme de que no se iría, por más que intente me fue imposible avanzar, no era dueña de mi cuerpo en ese momento.

 — Samy ayúdame —hizo una mueca— Me duele.  

— ¿Qué es lo que te duele cariño? —ardía endemoniadamente hablar.

No dijo nada, solo levantó sus muñecas mostrándome las heridas que llevaba en ellas, sangraba mucho. Volví a intentar acercarme a ella para curarla y de nuevo no pude.

— Ella no es buena, Alice —dijo otra voz—. No es tu amiga de verdad. No confíes en ella. Una mujer apareció detrás de ella, traía el mismo vestido, se veía como mi amiga, pero, ella no lo era. ¿Qué hacía aquí? ¿Por qué su presencia?  

— Lice, no la escuches —pedí. Sabía que su intención no era buena.

Quise correr hacía ella, pero mis piernas no se movían ¿Por qué estaba paralizada? ¿Por qué tenía tanto miedo?  

— Confiesa lo que haces Sam, dile a tu amiga lo que haces —caminó alrededor de Alice—. O ¿lo hago yo?

Quise gritar, hablarle, mi boca solo se movía sin emitir sonido, no podía hablar tampoco respirar era como si el aire se estuviera acabando en el lugar, la vista se me nublaba. Sentía que perdería el conocimiento en cualquier momento.



A Través De La Ceniza (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora