Capítulo 23

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Todos se acercaban a felicitarme y a darme sus buenos deseos. Sé que estaba siendo una total y completa hipócrita al estar ahí, al estar permitiendo que esas personas se acercaran a mí, al fingir que todo estaba bien y, a pesar de que se suponía que para eso asistía a terapia, para poder entenderme, para manejar mis emociones... Estaba a nada de explotar. Impaciente veía a cada nada el reloj, me quería largar, no veía la hora en la que todo ese fiasco se acabará para huir. Necesitaba la tranquilidad de mi encierro.

Por masoquista que parezca deseaba consumirme, desintegrarme en ceniza para redimir mi culpa por lo sucedido.

—No te veo muy contenta —hablaron a mis espaldas, sacándome de mi ensoñación—. Podemos irnos a un lugar más privado si te gusta la idea.

—No estoy para tus bromas —volteé furiosa y no precisamente por el comentario, si no por la persona de quien venía.

—Uy pero que enojada estás —respondió burlesco, con una sonrisa igual a su tono—. ¿No te dieron tu regalito de cumpleaños?

Mi mal genio estaba sobrepasando sus propios límites y él al parecer era capaz de empeorarlo todavía más.

—Mira Gio, ve y hazle esos comentarios a alguien que te los aguante, porque yo no estoy para tus estupideces.

—Sam, yo sólo quería hacerte reír. Llegué te vi de mal humor y no me pareció justo que lo estuvieras en este día —aclaró—. Lo siento.

—Es en serio. Nada es justo Gio ¡nada! Hoy son cinco años de la muerte de Alice y tú...

— ¿Todo bien Sam? —interrumpió Ryan.

—No Ryan ¡nada en esta maldita fiesta está bien!

Giro pasándose las manos por cabello, dándome la espalda.

—Sé que no —dijo volviendo a verme

— ¿Pasa algo? —preguntó Gio

Incrédula volteé a verlo.

—Sé que hoy es difícil. Te entiendo, pero, por favor no pierdas el control.

—Déjenme en paz.

Me abrí paso entre ambos. Busque un trago y la compañía de Kara. La pelirroja me hablaba, sin embargo, yo no prestaba atención, trataba, trataba y nada me hacía concentrarme. No podía dejar de ver a las personas a mí alrededor. Contemplaba la manera tan libre en la que actuaban, como si nada les afectara, felices, con una sonrisa genuina, cómodos, sin culpas y remordimientos, Theo era uno de ellos.

Logré convencer a mi hermano de conseguir una botella de las que había disponible en el lugar, no me costó mucho estaba demasiado ebrio, así que haría cualquier estupidez.

—Ten —me ofreció la botella—. Solo no le digas a papá.

—Créeme Ryan, no se dará cuenta. Tú deberías estar con tu prometida, nada más te has dedicado a tomar en lugar de hacerle compañía.

—Hoy no es buen día para estar con ella.

Sin comprender las palabras de mi hermano y aprovechando que Smith estaba distraído tomé la botella para largarme.

El edificio en donde vivía se encontraba en un silencio ensordecedor, el ambiente me parecía triste, casi llegando a ser demasiado tétrico. En realidad, hasta el aire que respiraba me parecía tétrico. Tomé las escaleras en lugar del ascensor para llegar a la fría soledad de mi apartamento, misma soledad que en esas circunstancias me reconfortaba tanto.

Mire a mi alrededor buscando indicios de algo extraño, tenía la sensación de que algo no andaba del todo bien. Como si alguien me estuviera acechando. Después de unos segundos dejé de prestarle atención a esa sensación, mi mente tan sólo quería olvidar.

A Través De La Ceniza (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora