INSTINTO

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Es una locura, por decir lo menos, y nadie comprende qué diablos tiene Rick Grimes en la cabeza, pero el sheriff decide que en lugar de alejarse de Atlanta buscando mejores parajes lejos de los caminantes, hay que adentrarse en la ciudad atascada de muertos andante, ¿para qué?, para ir al Centro de Control de Enfermedades en busca de alguna respuesta.

Morales, deshecho y con sus hijos llorando, se niega a arriesgar tanto y decide que se separará del grupo, tiene familia en Texas y se va a buscarlos, así, sin el carro de Morales, Daryl le entrega las llaves de su camioneta a T-Dog y él se decide a usar la motocicleta de su hermano.

Cabe decir que nadie está seguro de querer ir a buscar respuesta alguna, pero tampoco tienen un mejor plan que seguir a Rick en su locura, una idea que el policía no duda ni siquiera a pesar de que el la temperatura está bajando rápidamente, el hombre cree ciegamente que en el CDCE encontrarán refugio además de respuestas.

—No me agrada la idea —admite Jason pasando un brazo por los hombros de Jesús atrayéndolo en un simple abrazo como para calentarlo. Rovia no le presta atención, se deja abrazar porque tiene frío, pero mantiene la mirada en la ventanilla, con los ojos fijos en el horizonte y concentrado en el rugido de la motocicleta que corre allá afuera entre los coches.

—Pero tampoco tenemos una mejor idea —alega T-Dog conduciendo—, parece más loco lo que hizo Morales si a mí me lo preguntas. Llevarse a sus niños y sólo con unas pocas armas. —Con ellos viajan además Jim, el hombre delgado, y Jacqui, la delgada mujer negra. Todos parecen preocupados por entrar a Atlanta y Paul detesta no poder pensar en otra cosa que en el hecho de que el motociclista está enojado con él, no le ha dedicado una sola mirada, como si no existiera, y no lo culpa, le prometió que cuidaría a Merle y lo decepcionó, con lo mucho que le cuesta al moreno confiar en alguien...

—¿Paul? —lo sacude un poco Jason para que se una a la conversación. Jesús sólo se encoge de hombros por todo comentario. Da igual, ya están en camino y para cuando comienza a oscurecer logran llegar frente al edificio.

—Parece zona de guerra —comenta Shane bajando de la casa rodante—, hay de esas cosas por todas partes.

—Podemos hacerlo, sólo evitemos hacer ruido y no nos notarán —decide Rick—; en silencio.

Rovia coge sus cuchillos en las manos mientras los demás preparan sus armas y el moreno apunta a los cuerpos en el suelo con la ballesta.

—Cerrado —dice Shane intentando jalar las rejas, el sitio parece clausurado, pero Rick nota movimiento en las cámaras de vigilancias y se dirige a ellas esperando que haya alguien del otro lado—. Hay que irnos, Rick, no quiero estar en la ciudad para cuando anochezca...

—Tú, el de allá adentro, por favor.

Como el sesenta por ciento de los planes de Rick, las cosas se salen muy rápido de control y el ruido de las voces y las puertas metálicas intentando forzarlas parece despertar a los caminantes y atraer a otros tantos de las calles aledañas.

—Son como veinte —chilla Jacqui aterrada, los disparos comienzan y eso atrae más caminantes.

Si éste fuera el viejo Daryl y no estuviera ignorando a Rovia, una docena de caminantes les harían cosquillas, pero éste hombre demasiado joven todavía apenas se está acostumbrando a tener que matar caminantes, y aunque aprende rápido, en su mirada todavía se nota la desesperación, por no mencionar que sin Merle cerca tiene ese aire abandonado. Por suerte, cuando los caminantes ya están demasiado cerca y el cielo se ha puesto suficientemente oscuro, las puertas se abren y todos entran corriendo. A diferencia del exterior, allí adentro está tibio, y un hombre en bata los recibe a la distancia y los acepta con la condición de que se dejen hacer estudios de química sanguínea para asegurarse de que están sanos.

Amagi del EdénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora