MURALLAS DE PROTECCIÓN

173 19 18
                                    

Hay muros que se levantan para proteger y muros que se construyen para separar... Jesús se inclina pegando su cuerpo al del mayor todo lo humanamente posible, sentado sobre sus piernas y respirando el aire que sale por la boca de Daryl, mientras éste se sujeta a las caderas de Jesús como si quisiera encajarle los dedos sin tenerlo que lastimar. Rovia juntó sus narices y sonrió contra sus labios sin besarlo. Paul sabe por qué le gusta el moreno, lo hace reír, lo hizo desde la primera vez que le regaló una soda agitada, cuando lo persiguió por el prado, y en pocas semanas le demostró que el mundo tal cual es ahora no está tan mal como todos parecen creer.

Éste Daryl también lo hace reír, tiene un sentido del humor agrio, pero todavía lo hace desternillarse de risa y le da esa seguridad de que las cosas no están mal, de que esto todavía le puede gustar.

Daryl trata de liberarse, y Jesús junta sus labios.

Son los primeros días de agosto y si no mueren de calor es porque las ventanas mayores son sólo rejas sin cristales y permiten entrar el aire.

El pelinegro lleva puesto sólo una playera a la que le ha arrancado las mangas, está sentado en el puesto de vigilancia con Jesús sobre sus piernas, no demasiado seguro de cómo terminaron así, ni demasiado seguro de porqué no se lo está quitando de encima otra vez.

-Hace calor -susurra Paul contra su oreja y su lengua lame el lóbulo y baja por el cuello sintiendo los dedos del moreno clavándose en su piel, empujando lo mismo que jalando sin saber qué más hacer.

Los músculos se tensan como si con eso el moreno pudiera evitar moverse, pero a Paul siempre le ha gustado ver ese cuerpo entrar en tensión, los músculos contrayéndose recordándole por qué ese cuerpo se siente tan bien. Lleva ocho malditos meses con ese hombre y no ha podido hacer las cosa apropiadamente, odia eso, pero lo comprende.

Necesita sexo, se dice a sí mismo, y se muerde los labios para no decirlo en voz alta, el moreno todavía parece indeciso en si lo quiere o sólo lo necesita, y para Rovia cualquiera de las dos cosas estaría bien, pero sabe que para el mayor es más importante que eso o terminará siendo como fue acostarse con las prostitutas sólo por complacer a alguien más. Así que se obliga a soltar al moreno, inhalando pesado, y recarga su frente en el amplio pecho de Daryl, toma un par de respiraciones más y vuelve a besarlo, sólo eso, un beso cuidadoso que el moreno responde con el mismo cuidado y el entrecejo fruncido.

El beso finalmente está tomando forma, entonces Daryl se percata del sonido de alguien que sube por las escaleras, y maldice para sus fueros internos al mismo tiempo que da gracias a Dios, si es que existe, probablemente sea más como un designio divino que no los quiere juntos ni así. Paul murmura una maldición por lo bajo, y Daryl se ríe un poco de eso, sin embargo.

Un minuto después Frank aparece por el portón con el pequeño Gio entre los brazos y les anuncia que Rick quiere verlos, tiene un plan. Daryl, ahora de pie mirando por el exterior encendiendo un asqueroso cigarro mentolado, y Rovia, que va hacia el recién llegado para coger en brazos al bebé, asienten: dejan sus armas para que Frank los reemplace mientras tanto y bajan por las escalerillas, con el moreno por delante cuidando en silencio de Paul que lleva al pequeño pateatraceros entre los brazos.

Verdad o no los alucines de Rovia, parece tener experiencia cargando bebés, piensa Daryl: y le gusta cómo se ve.

-Apuesto a que eres de esos que cargabas a tu hijo todo el tiempo -masculla mientras caminan.

Paul sacude la cabeza.

-En realidad me perdí de esta parte del proceso por estar de idiota quejándome de no querer hijos. -Y es algo de lo que se arrepiente seriamente-. Te tocó a ti encargarte de nuestro bebé mientras yo iba por allí jalándome de los cabellos.

Amagi del EdénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora