Amagi del Edén

IR Y SEGUIR

-Está molesto -dice Daryl con indiferencia.

Es cualquier noche de febrero.

Luego de abandonar la granja van a la Región del Valle, un páramo extenso y recto donde no hay ninguna construcción, sólo un valle con su bosque, lejos de posibles caminantes, y allí se resguardan en una cabaña prácticamente viviendo de lo que encuentran de bayas en el bosque, de los cultivos que se están secando en las granjas aledañas y de lo que caza el pelinegro, quien la mayoría de veces sale en solitario desde temprano y vuelve por la tarde con ardillas o conejos o liebres o más lechuzas, lo que sea está bien para el hambre y el frío que tienen. Pero a veces, las que menos, sale a cazar con Rick, porque se niega a ir con Rovia por mucho que éste diga saber cazar y porque siempre lo dejan cuidando al grupo en su ausencia.

-Todos estamos molestos -responde Carol-. Cansados, hambrientos, no sé cuánto resistamos.

El moreno asiente por asentir. Acaba de entrar sacudiéndose la chaqueta y dejando tres ardillas para que se sequen y tener para desayunar, muy poca comida para tanta gente, pero peor es nada. El pelinegro entiende que las cosas están mal y la gente se siente peor, el hambre explica que Rick esté de mal humor por no poder alimentar a su esposa embarazada y a su hijo, el sueño explica las constantes peleas entre Maggie y Hershel, el frío tensa demasiado a Jacquie y hace que le duela el cuerpo completo a Beth, lo que no entiende es la nueva tensión entre Paul y Jason.

Carol se acerca a él con un plato caliente del caldo que prepararon para cenar y bajando la voz, mitad bromeando, mitad verdad, le dice al hombre que están así (todos) por falta de sexo. El pelinegro hace una trompetilla. La pregunta era, le dijo Carol ahora más en broma, por qué de todos era él quien menos parecía afectado y se burla preguntándole qué tanto hace en el bosque o si acaso no querrá un poco de su ayuda, y es en juego, el moreno lo sabe y lo acepta... porque es su modo de terminar de marcar esa distancia con Rovia, pero sabe que ella no lo dice en serio.

-Yo siempre estoy de mal humor -responde para zafarse del tema-. Y salgo a cazar, por si no te das cuenta.

Carol se ríe y lo acompaña a sentarse cerca de la pequeña chimenea a punto de apagarse. El moreno no quiere pensar en el tema porque la última vez que tuvo algo de eso también tuvo a alguien que se ofreció a ayudarlo y terminó en ese lío interno que bien podría haberse ahorrado. Bebe el plato de un trago e ignora lo mejor que puede a Paul, de pie en una ventana mirando hacia el exterior, vigilante, mientras Jason permanece a su lado de pie, aunque con cara de pocos amigos. Le entrega el plato vacío a Carol y la mujer le llena un vaso con lo que le queda de la nieve derretida. Igual bebe y enseguida se tumba en cualquier parte para dormir, con su mochila de almohada.

Desde la ventana y por el reflejo, Rovia mira a Carol acomodarse peligrosamente cerca del moreno, cubriéndolos a ambos con una cobija que comparten, ella nunca lo toca a él y él parece siempre tenso, pero todavía así se quedan uno junto al otro para dormir.

Jesús baja la mirada al suelo, no tiene idea de cuánto de aquello se supone que debe tolerar, porque su esposo nunca le contó qué tan cercanos llegaron a ser Carol y él en los días antes de la cárcel. Carol le coquetea al moreno no precisamente de manera discreta, tan evidente que es obvio que sólo bromea, tan obvio que queda claro que no es tonta y comprende que ese es el modo correcto de acercarse al arquero; porque ella dice cosas, pero nunca lo toca. El pelinegro se muestra siempre incómodo, pero la deja. Jesús sabe que ese es el modo de aceptación del hombretón. Odia eso. Con Jason las cosas siguen en una especie de limbo, el hombre no ha intentado nada más allá de besos en las mejillas porque ahora no existe la intimidad, todos comen, duermen, caminan y mean juntos; lo que es un alivio para Jesús, porque puede mantener a Jason a raya y vigilado a Daryl con Carol.