Te negabas a volar, y yo creía que era por mi culpa; te negabas a beber el dulce licor que emana de los besos, y yo creía que no querías sentir mis labios; te negabas a llorar, mientras que yo pensaba que por orgullo tu corazón ardía, tus manos temblaban, bailaba tu voz. No sé cómo no pude verlo, cómo cada vez que por amar sufrió de amor quien te dio el aire, que por nadar entre dos aguas los barcos naufragaban y te culpaban, y tu inocente les creías. No sé si fue por error u obra divina, pero vi tu desnudez, vi tus alas abrirse, los clavos, las heridas, tu piel quemada sin remedio. Vi como golpeabas con furia tus propias plumas, y cómo estás iban cayendo ensangrentadas; vi como volvías a coserte una sonrisa y escondías tus alas rotas bajo la camisa.