Ella reinaba sobre todo lo que no pertenecía a nadie; dominaba el aire, el agua, era la reina de todo lo olvidado, de lo indomable, como un niño que recoge a los animales que se encuentra por la calle, ella navegaba sobre el suelo y abordaba los castillos abandonados. Ella recolecta de entre las flores a los enamorados, aquellos que, siguiendo a Ícaro, volaron demasiado cerca del Sol y acabaron cayendo, les da cobijo en su seno y los llena de amor, el humor que emana de él les hace olvidar su inexistente pecado, vuelven a andar, para que ella los observe desde su castillo; todas las flechas rotas de Cupido acaban en sus manos, ella las utiliza para decorar los palacios que encuentra vacios en la gente.