Yo que llevé tu palabra por hábito y vestí de luto cada vez que callabas; complejos aires que llenaban mi atmósfera, moviendo diluvios, arrasando la tierra. Yo que por ti ardía en aguas, ahora que te has ido, mis mares se secan dejando un leve aroma a sal y fuego; busca incansable una manera de volver a cubrir de llanto mi estéril tierra, antes el batir de tus alas hacía rebosar mi océano. Ahógate, ahora que ya no tienes dónde respirar, araña la tierra, disfruta de todas las flores que nacieron de tus saladas aguas mientras que sigan en pie, cuando pierdan su humedad afilarán sus curvas y de un momento a otro mi corazón se llenará de flores nacidas del odio.