Te miro y mi mundo se tiñe de rojo, rojo sangre, rojo brillante, intenso, rojo estrella; finjo no arder, te sonríe mi yo cordial, amable, mi yo racional; pero dentro, muy dentro de mí, el rojo tiñe mis palabras sin que mi consciencia pueda darse cuenta, lanzándolas como una llamarada hacia ti, prendiendo tu ego y llevándote de nuevo a la tierra, recordándote que hasta los dioses sangran. Mis ojos rojos miran a tus verdes iris, reflejándonos mutuamente, permitiéndonos el vernos por un momento, dándome cuenta del rojo de mis labios, siendo capaz de devorarlo, para volver en mi. En cambio, tu verde se extiende por todo tu cuerpo, se contagia al suelo, paredes, tiñe el aire e inunda a todo el que te rodea. Consciente o inconscientemente, me dejas asfixiándome en un infierno verde.