Avanzan las nubes, anegando el propio aire; sus vientos recorren las calles gritando, se retuercen sobre su etérea anatomía y con sus dientes desgarran el paso del tiempo, los minutos pasan horas esperando para volver a correr, Dios espera impotente a que calle el huracán que poco a poco crece, no es odio lo que predican, no piden nada. La tormenta arranca la tierra, su agua jamás llega a tocar el suelo, no tiene tiempo, forma halos de cristales gélidos en las nubes, construyendo castillos en sus fronteras, negándole la entrada a quienes no sucumben al poder del viento. La tormenta domina la atmósfera y respeta la nueva tierra, del caos crecen flores, las nubes forman mares en el cielo y los castillos de hielo quedan dominados por el huracán, el cual gritaba sin poder callarse.