No quedé encerrado en mi torre, salí a ver mundo. Primero me enamoré de la princesa poderosa, escribí sus palabras en mi piel y las llevé por ley; ahora es mi consejera, mi amiga, mi heroína. Después me enamoré del dolor, me hizo daño, me engañó y mantuvo a su lado, la princesa me quería ayudar, pero sus palabras ya no estaban escritas en mi piel, él las borró igual que intentó borrarlas de ella, pero no pudo, ella era más fuerte que yo. Mi princesa se enamoró de un príncipe, a lomos del caballo de hierro forjaron su propia historia, mientras que yo me hundía en la mía. Un día, sin yo desearlo, llegó el príncipe azul a mí cuento, mas no fue el beso lo que me despertó, sino sus obras, sus actos, todo lo que él arrastraba por todos lados. Todo se pintó de negro, pues aunque el dolor ya no pudo controlarme más, mi príncipe se fue a buscar a su princesa, y yo me quedé callado, refugiándome en caballeros entrantes intentando olvidar su nombre. No puedo, pues da igual cuánto haya buscado, da igual cuánto hayas llorado tú por ella, en mi corazón siempre sabré que somos los príncipes azules con los que siempre soñábamos.