11TH

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El Luciano caminaba de un lado a otro en el ante jardín de mi casa. Seguíamos en shock por lo que había pasado

— ¿Qué weá haremos ahora? —preguntó, sacándose el gorro de lana

— Ahora... —pensé. — Ahora pasaremos a la experimentación, Luciano.

— ¿Cual es tu plan?

— Entremos, quiero escribirlo en el cuaderno, pa' que se vea más bacán. —saqué las llaves de mi bolsillo, acercándome a la puerta.

una hora antes

Escuché el timbre, supe de inmediato que mi carroza habia llegado. Abrí la puerta, encontrándome con el Luciano en su bicicleta.

— ¿Cómo nos iremos los dos en una sola bicicleta? —le cuestioné. Salí de mi casa después

— Gi, la bici de tu hermano está justo al frente de ti. —volteó para apuntarla. — Súbete, después sígueme el ritmo noma'

El Max tenía la bicicleta botada hace tiempo, no creí que se diera cuenta. Le hice caso al Luciano, emprendimos camino a la casa del Tebo.

Dejamos las bicicletas apoyadas en un árbol a unas casas más allá de la del capitán de los condoritos. Miramos un rato como empezaban a llegar todos los weones, cuando el último weón entró, nos acercamos nosotros.

— El Branco me dijo que siempre que se juntaban acá, hablaban en el patio. —susurré a mi acompañante.

— ¿Como quieres que escuchemos esa conversación entonces? Pensé que nos pararíamos al lado de una ventana o algo así.

— Mira, la Bianca ha venido mil veces para acá, me ha descrito cómo es esta casa mil veces también. —lo calmé, caminé despacio por ese jardín. — El patio tiene una puerta que da a la calle, si no me equivoco está... —miré un extremo de la casa, había un pequeño pasillo donde habían algunos sacos de arena y unos tarros de basura. Al final del pasillo, estaba esa puerta. — Acá.

El poodle me siguió, los dos quedamos medios apretujados en medio del pasillo estrecho. Él se apoyó en la pared, yo me senté encima del saco de arena junto a él.

— ¿Nos quedaremos en este pasillo culiao por una hora? —cuestionó susurrando.

— Ponte cómodo.

Mi acompañante me hizo callar. Prestamos atención a lo que pasaba dentro de esa casa, escuchamos como algunos corrian sillas o murmuraban entre si.

— ¿Estamos todos? —era la voz del pololo de mi amiga. — ¿Branco?

— Acá estoy. —respondió mi algo

El capitán comenzó a nombrar a algunos weones, sucesivamente ellos respondían, era tal cual como si estuvieran pasando la lista.

— Quedan dos semanas para el partido. Tenemos que duplicar los entrenos ¿Entendieron? —empezó a cotorrear el Tebo. — Las panteras culiás tienen cuea, parece que el Sepúlveda es indestructible.

— Ese weon del Max se está ganando mis respetos, lo hicieron cagar y salió con una cuestión en el hombro nomás . —comentó uno

— No fue suficiente parece. —respondió el Tebo. Luego cambió de tema. — Entonces, estas dos semanas seis entrenos a la semana. A las cinco en la cancha, el que falta, está fuera de los cóndores nomás, mi papá tiene una fila de aweonaos que quieren entrar al equipo.

El Luciano me dedicó una mirada extrañada

— Olvidé ese detalle. —susurré. — El papá del Tebo es el fundador de los cóndores.

— ¿Cómo se te... —bajó la voz — ¿Cómo se te ocurre olvidar ese detalle?

— Ese partido lo ganamos sí o sí, cabros. Acuérdense que los auspiciadores irán a vernos, si no ganamos, cagaron los futuros auspicios. —continuó el Tebo, alentándolos. — ¡Cóndores ganadores!

Todos le siguieron la exclamación.

— Rojas, si vuelves a comentar lo que pasó con el Max Sepúlveda, aunque sea entre nsosotros, te van a asaltar misteriosamente a tí también. — advirtió (o amenazó, mejor dicho) su capitán. — Y va pa' todos.

Una silla rechinó en el suelo.

— Creo que me perdí la última reunión. —reconocí la voz del Branco. — ¿Qué pasó con el Max Sepúlveda? Ese es de las panteras, ¿Qué tiene que ver con nosotros?

— Mira, te lo simplificaré: Al Max Sepúlveda le llegó el karma. —respondió el dueño de casa. — Todavía no sé quién fue, pero quiero saber, para agradecérselo.

— A ver, a ver, Esteban. —lo frenó el Branco. — Hablas como asesino en serie, cálmate conchetumare.

— Cuidado con el tono, Leiva.

— Te hablo como quiero, Esteban. No me puedes echar del equipo, uno: soy el mejoe jugador que podrías tener, dos: tengo varia información en mi mente que te podría hacer cagar. —amenazó el Leiva— Tebo, ¿Tienes algo que ver con el asalto del Sepúlveda?

— ¿Y si tengo algo que ver, que vas a hacer? ¿Vas a ir corriendo a contárselo a la Gissele? ¿Se lo vas a contar antes o después de que le digas que tu...

— Cálmense, par de aweonaos. —los frenó alguien. — No nos juntamos pa' sacarle los trapos al sol a uno de nosotros.

— Si po, capitán. —se metió otro. — Mejor cuenta altiro ¿Cuál es la estrategia para el partido?

— Si el Max Sepúlveda juega en ese partido, quiero que tu, Eloy, le hagas una falta tan grande, que no pueda jugar nunca más. —sentenció el capitán

— Hasta acá llegué con esta reunión. —se metió el Branco otra vez. — La próxima vez que me obliguen a venir a una reunión, que sea algo de verdad importante; no para que este "Capitán" haga planes maléfico como si estuvieramos en alguna novela del mega.

Escuchamos sus pasos, sacudí un poco el brazo del Luciano.

— ¿Qué? —susurró el poodle

— Se va a ir, tenemos que irnos de acá antes de que nos vea. —lo volví a sacudir.

Ambos caminamos fuera de ese pasillo. Ibamos llegando a nuestras bicicletas cuando oímos el portazo en la casa de Tebo.

— Necesitamos pasar piola. —me puse el gorro del chaleco que llevaba, para que el Branco no reconociera mi pelo color caca oscura.

— Nos va a ver las caras, Gi. —respondió rindiéndose. —Digámosle que caminábamos por ac...

Tomé su cara con las dos manos, poniéndome de puntas, me acerqué rápido y le di un beso. Él me siguió la corriente. Aguardamos hasta escuchar los pasos del Branco más lejos para separarnos

— Tu hermano me va a sacar la chucha por seguirte el beso.

actualidad

— ¿Cual es el beso... digo, ¿Cuál es el plan? —me cuestionó el Luciano

— Lee.

Le entregué el cuaderno. Leyó atento, luego me lo pasó de vuelta

— ¿El primer beso... digo, paso es confirmar que la Bianca se pelaba con tu hermano? —yo asentí— Eso está más que confirmado, Gi

— Mientras no lo vea con mis propios ojos, no lo creeré.

— Está bien. —movió la cabeza como aprobación. — Mañana anda a mi casa, te mostraré el celular con la conversación.

— ¿Después empezamos con todo lo demás?

— En menos de dos bes... días sabremos quién le pegó al Max, y el porque. —sentenció

Te debo unaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora