FINALE

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GISSELE:
tiempo después:

— Pero, hazme unas rayas por la guata, así bien grandes. — pidió un compañero mientras miraba cómo sostenía el pintacarita negro en mi mano. — Pa' verme bien pascuense.

Asentí y me agaché para dibujar rayas al azar en su abdomen.

— Que paja bailar esto. —me quejé, mientras dibujaba. — No deberían obligarnos, debería ser opcional... me veo ridícula.

— Mírame a mi, tengo un taparrabos... estoy a guata pelá... —se quejó también. — Me pican las piernas por las plumas

— Este pareo hace que parezca que salí de la ducha y como no encontré toalla me envolví en una cortina. —reclamé más. — Bueno, por lo menos las minas eligieron esto y no el sostén con la falda de plumas.

Terminé de rellenar el tribal que dibujé y le entregué el pintacarita a mi compañero.

— Estás listo.

— Gracias, Gi, te quedó la raja.

— ¡Gissele te buscan! —escuché un grito desde la entrada de mi sala. Volteé a mirar, el poodle con una polera negra, shorts y las botas llenas de cascabeles características del baile que le tocó; tobas.

Corrí hasta él y lo abracé con ganas. No lo había visto en todo el día, el agitado día de la kermés me mantuvo de un lado a otro, maquillándome, ayudando a mis compañeros... un desastre.

— Que te ves bonita. —me halagó al separarnos. Se agachó a darme un beso corto en los labios. — Me arranqué de mi curso un rato. ¿Puedes escaparte un ratito también?

Volteé en busca de algún amigo. La Bianca no estaba, no iba a estar durante un tiempo tampoco. Me acerqué hacia el niño que acababa de dibujarle la guata.

— Cuidame las cosas por fa, vuelvo en un rato. —me fui antes de que él pudiera contestarme cualquier cosa.

Caminé de la mano del Luciano sigilosamente. Llevaba unos cascabeles en los pies lo cual hacía imposible lo sigiloso.

— ¿A dónde vamos? —pregunté curiosa.

— Acompáñame nomás. —respondió haciéndose el misterioso.

Cuando comenzamos a caminar por detrás de los puestos de comida supe perfectamente a dónde ibamos. Luego de unos cuantos pasos nos encontramos con una pared que comenzaba a llenarse de chicles otra vez.

— Luciano tu curso te empezará a buscar, no podemos quedarnos aquí. Tienes que bailar, yo sé que no te gusta per...

— Si voy a bailar, cabra chica. —interrumpió mi reclamo. — Solo quería estar un ratito contigo antes de salir.

— Mas te vale, porque tu mamá con el chalito están esperando a que bailes para hacerte una sesión de fotos. —le recordé.

— Una sesión de fotos contigo. —agregó.

— Y el Max. —agregué también

Ambos reímos al recordar a mi hermano, quién insistía en tocarnos el violín cada vez que nos veía juntos.

— ¿Te puedo preguntar algo? —habló el poodle, desordenándose un poco el pelo. Yo asentí mientras lo miraba

Escuché los cascabeles de sus botas sonar, se había arrodillado frente a mi, lo cual me puso nerviosa de inmediato.

Solo tenía la cara pintada con algunos detalles en blanco y llevaba los cascabeles en las piernas, pero, para mi se veía tan bonito que me daban ganas de besuquearlo a lo inhumano.

Te debo unaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora