26TH

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GISSELE:

Llegué rápidamente donde se encontraba el Branco. Él levantó la vista sonriente

— Preciosa. —murmuró, mirándome. — ¿Por qué esa carita?

— ¿Hablemos? —pregunté, miré a su amigo; rápidamente se levantó tosiendo

— Voy a comprar, los dejo. —avisó yéndose

Tomé asiento junto al Branco. Él posicionó su mano sobre mi pierna, buscando la mía para entrelazarlas.

— Yo... quiero honestidad. —empecé a hablar. — No quiero que esto se base en mentiras, tampoco quiero que alguien salga herido

— ¿Cómo... ¿Quién te dijo? —me interrumpió

Cambié mi expresión a confundida

— ¿Fue el Tebo? —preguntó otra vez. — Gissele... perdóname, primero acepté porque me caía mal tu hermano, pero después te empecé a conocer y me...

— ¿De qué estás hablando? —interrumpí su explicación. — ¿Qué aceptaste?

Él agachó la cabeza. Suspiró cansado.

— La cagué. —murmuró. Llevó una de sus manos a la cien. — Por la cresta, el Tebo me va a echar de los cóndores.

— ¿Qué hablas, Branco? Responde. —insistí

— Yo... El Tebo me pidió que te joteara para herir al Max. —confesó. Si escuchan con atención pueden oír mis ilusiones quebrándose. — Pensó que era buena idea, así él estaría preocupado por ti y no por su equipo, y las panteras perdieran

Me levanté de las gradas sin palabras. Estaba completamente en blanco.

— Discúlpame... nunca quise hacerte daño a ti, queríamos...

— Dañar a mi hermano. —terminé su frase. — Hay un problema en todo esto, Branco. Yo venía para acá a terminar con todo esto... por que tu "misión" falló

— ¿Qué?

— No me gustas. —respondí cruzándome de brazos. Eché una mirada fugaz al otro lado de las gradas, miré al Luciano comerse una manzana mientras reía junto a sus compañeros. — Nunca me gustaste

Él abrió la boca, como si no pudiera creerlo.

— Pero, miráme... —se apuntó incrédulo. — ¿Cómo? ¿Cómo no te gusté si soy lo que todas quieren? ¿Cómo no te gusté si... tu me terminaste gustando a mi?

Ladeé la cabeza. En definitiva tenía razón el Max.

Era un egocéntrico culiao.

Reprimí cualquier respuesta que me viniera a la mente. Solo me di una vuelta y me fui.

Acercándome al Luciano, cada centímetro más hacía que me pusiera más nerviosa. No entendía por qué, si me habían acercado a él en el recreo millones de veces.

Simplemente el nerviosismo me ganó. No pude.

Llegué hasta el lugar donde habíamos despegado chicle hacía un tiempo. Me senté en el pasto y pensé

Llamando...
Poodle

— ¿Qué se te ofrece? —respondió luego de unos tonos

— Ven, por favor.

— ¿Dónde estás? —preguntó a través de la línea— ¿En la pared con chicles?

— Sí

— Llego en un rato. —avisó en medio del ruido del recreo y colgó

Pasaron unos cuantos minutos que se hacían eternos. Sentía el nerviosismo salir de mi.

Te debo unaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora