36TH

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LUCIANO:

Salí del camarín de las panteras con bolso en mano. Ya me había duchado y cambiado ropa, podia jurar de que ningún cóndor me había visto. También jugué con una camiseta que decía "SEPÚLVEDA" en la parte de atrás, en vola, pasaría piola el tema del reemplazo.

Quedé de encontrarme con la Gissele afuera de la cancha, ya que si la buscaba entre las graderías, habría una aglomeración de gente en medio y se haría un poco difícil.

Primero fui en busca de mi bicicleta. El Max me había explicado en la mañana el lugar en el que él la dejaba, estaba medio escondido, para que no se la robaran.

Junto a mi bicicleta encuentro la silueta de una persona bastante alta y robusta. Cuando me acerqué, entre los destellos de luces distantes que llegaban de los reflectores de la cancha, supe que esa persona era uno de los jugadores de los cóndores.

— Mierda. —susurré al acercarme.

Él, al ver mi oscura silueta, de acercó con una caminata amenazadora. Estaba oscuro, sí, pero notaba su expresión de "coshino culiao te voy a matarte".
Ceño fruncido, hombros ensanchados, pecho inflado y lentos pero grandes pasos hacia mi

— Sepúlveda. —nombró el apellido del capitán de las panteras.

¿Qué tan weón debía ser para confundirme con él?

O sea, ambos éramos altos y medios flacuchentos. Pero, existían varias diferencias entre el Max y yo.

Empezando porque el Max no tenía los rulos característicos en mi.

Mis pensamientos se esfumaron cuando vi al tipo dar otro paso hacia mi.

— Tenemos que salir rápido de aquí. —habló, dejando de lado su actitud amenazadora. — Rápido, agarra tu bicicleta y salgamos.

Fruncí el ceño sin entender porqué quería que saliéramos rápido. O, mejor dicho, porqué quería que el Max saliera rápido

— Ya, mueve la raja, no tardan en llegar los otros weones. —me apuró.

— ¿Me podí decir que chucha pasa primero, bro? —pregunté, me tenía chato su misterio

Él, que ya estaba recogiendo la bicicleta del piso, volteó rápidamente al escuchar mi voz.

— Tú no eres el Sepúlveda. —concluyó, con la bici en la mano. — ¡Tú eres el weón nuevo que metió el Tebo! ¿Rosas?

— Rossi. —corregí. Me crucé de brazos frente a él— ¿Por qué esperabas al Max en este lugar y por qué tenían que salir rápido?

— Los cóndores vienen a buscarlo, deben estar afuera. —trató de mirar entre el rincón que había, estábamos atrás de los camarines, apenas había visibilidad.

Llegaba a dar miedo el lugar, habían máquinas de ejercicio deterioradas y sacos de cemento rotas a los lados.

— ¿Por qué vienen los cóndores? —me paré detrás de él para mirar. Se veía un poco de gente aún en las graderías, recogiendo la basura que había quedado. Nadie más.

— Salgamos antes de que nos vean. —ordenó volteándose. — No pueden saber que estuvimos acá.

Me quedé mirándolo raro durante un rato. Luego, solo atiné a seguirlo junto a mi bicicleta, tratando de ser sigilosos.

Él dijo que camináramos como si no fuésemos juntos, que nos juntáramos en el estacionamiento y ahí me diría todo. Así que, lo hice. Por precaución me puse el gorro de la chaqueta también.

Te debo unaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora