17TH

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LUCIANO:

— ¡PANTERAS, PANTERAS! —gritaban todos los weones de la barra.

Eché una morada fugaz a la barra de los cóndores. Ya no gritaban con el mismo entusiasmo.

Terminó el partido. Las panteras se reunieron y empezaron a saltar abrazados. Nosotros, los cóndores, también nos reunimos, pero no pa' celebrar

— ¡Rossi, estuviste la raja! —me felicitó el entrenador. — ¡No ganamos, pero esos dos goles que hicimos no nos los quita nadie! ¡Gran partido, cabros, no se desanimen, todavía podemos entrar al campeonato!

Comenzó a alentarnos frente a la derrota. Yo no lo pesqué mucho.

En la único que pensaba era en que el Max culiao me había ganado la apuesta.

Salí de la cancha, no sin antes despedirme del equipo. Iban a ir a casa del Tebo luego del partido, sin embargo, ante la derrota ya no habían ganas.

Me encontré con mi mamá en las graderías. Luego de que los dos me felicitaran, le avisé que iba a hablar con el Max.

— Felicidades po, culiao. — le sonreí cuando lo encontré. Chocamos los puños.

— Tu igual estuviste bacán en el partido. —se apoyó en la reja. — ¿Por qué no dejamos la mentira y te unes a las panteras?

Me crucé de brazos.

— Ahora que soy cóndor estoy más alejado de... del pecado po. —me rasqué la nuca

— El pecado. —repitió, riéndose. — Me tienes que pagar la apuesta, así que vas a tener que acercarte nomás.

— ¿Qué? No, ¿Para qué? Estoy bien así, además mi mamá me está esperando y...

— La Gi fue al baño. —me interrumpió. — Búscala y dile. Ahora.

¿Y por qué me estaba dando órdenes el Max? ¡Yo era el mayor po!

— Voy donde el equipo, nos vamos a mi casa a celebrar. —me avisó. — Si quieres ir al carrete, llega con mi hermana de la mano o no entras.

Se volteó, y corriendo llegó hasta donde las panteras.

— Ni que quisiera ir a tu cagá de carrete. —murmuré.

Ya, le ponía color, solo tenía que decirle "Oye, me estás empezando a gustar, aléjate de mi, gracias. "

¿O la última parte no se la tenía que decir?

Corrí hasta los baños de mina. Me paré haciéndome el despreocupado afuera, esperando a que saliera.

Unos cinco minutos después salió con su celular en mano.

— Tanto que te demoras sacandote fotos frente al espejo. —la webeé.

— Es que en todas las fotos se veía el confort. —confesó. Haciéndome sonreír un poco.

La iluminación de los grandes focos de la cancha comenzaban a estar fuera de nuestro alcance. Solo iluminaba la luz del baño.

— Está oscuro, pero sé que sonreíste, poodle. —creí verla sonreírme de vuelta. — ¿Por qué me estabas esperando afuera?

Recordé el motivo por el que la buscaba, sentí que se me revolvió algo en la guata.

— Nada que ver, yo... estoy esperando a mi mamá. —me excusé cruzándome de brazos.

— Estuve quince minutos parada frente al espejo y en ningún momento vi entrar a tu mamá.

Puta la weá.

— Sí, es que entró al otro b... —me di cuenta de que estaba dando la hora inventando weás. — Bueno, puede que te estaba buscando.

— ¿Y para qué? —ladeó la cabeza

Vamos, Luciano, lánzate.

— Yo...

— ¿Tú...? —insistió

— Yo... O sea, tú. —tensé la mandíbula.

Cerré los ojos como si estuvieran muy pesados, luego me acobardé.

— No quiero que te acerques mas a mi.

GISSELE:

¿"No quiero que te acerques más a mi"? ¿Era en serio eso?

¿Que weá? ¿Dónde tenía escondidas las cámaras el poodle?

— Dale.

Me hice la que no le importaba. Empecé a caminar en dirección a la salida.

Maxito:
Te demoraste mucho, me voy a la casa con los cabros. Dile al Luciano que te lleve
20:45

¿"Dile al Luciano que te lleve"?

¿A mi hermano le faltaba un tornillo? ¿Le llegó un pelotazo y lo dejó aweonao?

Ni cagando me iba con el Luciano.

Busqué al Branco entre las personas. Él apenas me vio me abrazó, elevándome en el aire, lo cual me hizo reir un poquito

— No te quise ir a buscar a la barra de las panteras, pensé que tu hermano le iba a poner color. —se disculpó.

— Ni siquiera está acá, se fue pa' la casa y me dejó sola. —me quejé

Él se sorprendió un poco. Yo igual estaba sorprendida de lo mal hermano que había sido el Max al dejarme botada.

— ¿Te acompaño a tu casa? —sugirió el Branco.

Accedí. Él fue al camarín a buscar sus cosas y comenzamos a caminar de la mano.

¿Y la bicicleta del Max? ¡Dejé botada la weá! Si la quería tendría que ir a buscarla solo.

— Si ganaban los cóndores hoy me iba a atrever a decirte algo. —me habló en el camino. — Pero, ahora con la derrota en el partido creo que mi corazón no soportaría también un rechazo

— ¿Por qué un rechazo? —paré de caminar pa' mirar al rucio. — Dime nomás

El Branco se quedó mirándome un rato con ternura.

— Me gustai, mucho.

Te debo unaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora