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Eran las doce del día, la camioneta de mudanzas arribó a una barrió en NJ. Era estúpido que llegáramos de esa escandalizada
forma, solo llevábamos algunas maletas, todo lo demás había sido embargado junto a la casa. Baje del carro de mudanzas y estire mis piernas, después mire un lado de la calle seguido del otro. Suspire. No íbamos a sobrevivir ahí mucho tiempo. Las calles eran sucias y solitarias, el alumbrado público estaba roto y las casas parecían de película de terror. Torcí la boca asqueado. No quería estar ahí. ¿Por que tenía que sufrir por culpa de mi padre?
Mire el cielo, el sol brillaba burlándose de mi desgracia. Adiós lujos, hola mundo real.

—Tu cara de muerto no te regresará a NY, Gerard- Mi hermano bajo del auto tras de mi. -Deberíamos solo resignarnos y procurar que no nos maten. -

—No me gustan los juegos de supervivencia hermano.- Murmuré sacándome las gafas de sol y enganchandolas en mi camiseta para caminar al interior de esa casa. —¡Es una pocilga!- Grite desesperado.

—En vez de quejarte ve por tu maleta y escoge una habitación. Tienes suerte de que aún puedas tener una propia- Mi madre entro con sus cosas en una caja de cartón.

¿Cómo demonios había pasado eso si hacia apenas un par de meses habíamos pasado Año Nuevo en Paris?
Le agradecí a mi padre por centésima vez y volví a salir por mi maleta. Mi padre le estaba pagando al transportista, pero aún así me dedico una mirada de disculpa. ¿Cómo se suponía que me acostumbraría a esto?
Tome mi maleta y volví a entrar a la casa, escogí una habitación al azahar y cerré la puerta.
No podía ser real esto. Mire el pequeño cuarto. Las paredes estaban pintadas de verde, la alfombra se veía sumamente sucia y el colchón era viejo y estaba manchado, lloré en mis adentros pensando en la cantidad de gérmenes que debía de haber ahí y pensé en limpiar todo antes de siquiera pensar en desempacar las pocas cosas que me habían permitido sacar de casa. El único problema es que no había ningún utensilio de limpieza y aún que lo hubiera yo jamás había tocado una escoba o algo por el estilo.
Puse mis cosas cerca del armario y caminé a la ventana abriendo las feas cortinas de tele barata y color blanco percudido. Bueno, al menos tenía vista al jardín. Eso podría darle vida a esa fea casa.
Me gusta la jardinería, siempre a sido en lo único en lo que no temo ensuciarme las manos así que el hecho de tener un enorme jardín me hizo sentir que eso no podía estar tan mal.

—Rosas, margaritas, anturius y malva real- Repasé lo que me gustaría plantar. -Espero haya algún lugar donde pueda comprar lo necesario.-

Salí de mi habitación, Mikey estaba en la de a lado sacando sus cosa y doblándolas dentro del armario.

—¿puedes darme unos dólares? Iré al supermercado del lugar. Conté las cuadras, son apenas unas cuantas- Mire a mi padre.

—No puedes llegar a gastar dinero a lo estúpido, hijo. No te puedo dar dinero para algo innecesario.- Me regañó.

—Solo quiero una maldita botella de cloro y un trapo para desinfectar ese nido de bacterias al que de ahora en adelante tendré que llamar habitación- Trate de no sonar grosero. Amaba a mi padre aún que por su culpa estuviéramos en esa situación. El me miró, suspiro y saco de su cartera un par de billetes extendiéndomelos.
Era raro tener dinero en la mano, siempre use tarjeta de crédito pero tenía que hacerle un poco de caso a todos. Esto ahora era nuestra realidad.

—Por favor, ten cuidado-

Afirme con la cabeza saliendo de la casa y volviéndome a colocar los lentes de sol. Vi a mi madre afuera haciendo amigas. Las vecinas habían ido a recibirnos o algo así, siempre creí que eso de llevar un pie de manzana al recién llegado al vecindario pasaba solo en las películas.

Mamá era diseñadora de modas, pero nunca sacó su propia colección por su cuenta, más bien solo vendía sus diseños a marcas reconocidas. Ella tenía dinero en el banco pero estaba claro que no iba a gastarlo en una sola tarde así que estaba tratando de ahorrar por si podíamos acabar en algo peor. De hecho ella fue quien compró esta nueva casa. Dijo que todos deberíamos de cooperar ahora así que trabajaría como confeccionadora de modas en el barrio. Es bueno, al menos podré seguir vistiendo bien.
Por otro lado mi padre era un inversionista, solía tener éxito la mayoría de las veces pero lamentablemente esta última vez no leyó las letras chiquitas. Ahora tendría que comenzar a trabajar como profesor de química en la escuela primaria del condado.

Y luego estábamos Mikey y yo. El lunes nos veríamos obligados a ir a la escuela, el a la secundaria y yo a la preparatoria. Y yo moría de miedo.
Y ese miedo aumento cuando sentí que todos en la calle me miraban. Mire mi atuendo sintiendo que llamaba mucho la atención en el lugar incorrecto. Lo que menos quería era parecer un niño rico perdido y arriesgarme a recibir una paliza por los únicos Diez dólares en mi bolsa.
Trate de caminar más rápido y recupere la seguridad al cruzar la puerta automática del  supermercado. Tome una canasta y busque los artículos de limpieza.
Después de tomar lo necesario camine a la caja. Una muchacha que se veía solo un poco mayor que mi me atendió.

—¿Nuevo?- Pregunto pasando mis productos por la banda, afirmé con la cabeza. -Ten cuidado, es peligroso- Me miró sonriendo de lado.

—Gracias- Murmuré regresándole la sonrisa.
Guarde rápidamente mis cosas en una bolsa y dejé la canasta bajo la caja. -¿Cuanto será?-

—Cinco-

Pague a la muchacha y sujetando la bolsa salí de ahí caminando rápido a casa. Maldije cuando llegué pues no me abrían la puerta y yo aún no tenía mis llaves propias. Mikey salió unos quince minutos después a abrirme. Entre y sin perder el tiempo busque en mi maleta algo que no me importara arruinar, cambié mi ropa y me puse manos a la obra tratando de limpiar cada rincón. Cabe aclarar de que no lo hice nada bien, pero me sentí bien de hacerlo solo. Si ya no habría mucama debia de esforzarme más. Abrí la ventana cuando mi garganta picó por culpa del cloro. Y espere a que todo se secara antes de meter mi ropa en el armario y tender la cama. Fue hasta ese momento que salí del cuarto. Papá y mamá ya habían "aseado" su cuarto, al único que parecía importarle un comino era a Mikey.

—Niños, una vecina me advirtió que este es un barrio peligroso- Mi madre inició la charla durante la cena.

Cuando dijo esa frase no pude evitar recordar a la mujer del supermercado. Parecía que realmente era peligroso.

—Dijo qué hay varias pandillas y que era importante cuidarnos de ellos.- completo mi padre.

—¡Genial! También hay crimínales- Me reí con ironía.

Y como si de una invocación se tratase fuera de la casa se escucharon motocicletas y risas.  Y cuando mi padre iba a salir a ver qué ocurría sólo vimos al grupo alejarse. Lo único que dejaron fue una firma en grafiti rojo en la pared. Acabábamos de conocer a los "Red Killers" y al parecer estábamos en su territorio...

P O O R   B O Y //frerard// Donde viven las historias. Descúbrelo ahora