Capítulo XXXI

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Jungkook estaba con la sangre en el ojo, furioso caminando a un lado y al otro de esa gran habitación de invitados.

Esa mañana, el marqués no se había mostrado conforme con el diagnóstico de los médicos, pagados por Jimin para dar el parte de su enfermedad.

Entonces, había pedido que el médico de su confianza, cuyos servicios había cortesmente rechazado de antemano, para que diera su diagnóstico.

¿Qué había dicho ese maldito doctor? ¡Pues que estaba sano por supuesto!

"SeokJin regresará pronto" le había dicho el marqués con el tono suave, aterciopelado "Me parece que será mejor que no estés aquí para entonces"

Sutilmente, el Marqués Kim lo había corrido de su hogar tras conocer que no padecía de un malestar tan grave como esos anteriores médicos le habían intentado hacer creer.

Jungkook estaba preocupado, puesto que ahora ese plan de seducir a Jin había quedado estancado, puesto que apenas lo había visto en el tiempo en el que estuvo "convalesciente" en la gran cama con dosel.

Habían quedado en conversar "al día siguiente", pero ese día mismo se había enterado que el castaño había partido hacia la residencia de verano.

—Jinnie, mi amor— suspiró el de hebras oscuras mientras se recargaba contra una cómoda
—, nadie quiere que estemos juntos, pero te lo prometo.

Su turbada mirada, entonces, se posó sobre aquel frasco de cristal ornamentado con ese aceite perfumado del Sultán.

—Jimin— resolvió, esbozando una pequeña sonrisa antes de correr a por su móvil —, si no me sacas de esta, lindura, tu saldrás perdiendo también.

En el Palacio Park, el teléfono del rubio conde lo alarmó con sonar estruendosamente. Y su ama de llaves, Seulgi, llegó al salón para entregárselo.

—¿Quién es?— preguntó, sin interés alguno, mientras que bebía su taza de té.

—Sir Jeon— respondió, con su rostro inexpresivo, igual que siempre mostraba.

El conde suspiró al blanquear los ojos, regresando su taza de porcelana a su platillo.

—Puedes retirarte— ordenó, con un gesto de su mano, y se dignó a contestar cuando esas ornamentadas puertas fueron cerradas desde fuera.

Había esperado noticias de su caballero, pacientemente, por los últimos días. Pero lo había decepcionado mucho.

Si, le había informado acerca de la súbita partida de aquel quien debía conquistar, pero no había logrado nada luego de eso. Y ni siquiera lo había hecho regresar.

—¿Qué quieres, Jungkook?— preguntó cortante el conde al contestar la llamada.

Jungkook, mientras tanto, se paseaba por la habitación con los nervios de punta, más aun al escuchar el tono de Jimin.

—¡Ya deberías saberlo, seguro por tus espías!— replicó con sarcasmo y desesperación en su tono de voz—¿O, acaso, es que no tienes?

Jimin blanqueó los ojos y, con poco interés en aquel a quien había dejado a la deriva, solo tomó un sorbo de té.

—Dime, ¿me has llamado solo para molestar o qué sino?— preguntó, sin expresión en su delicado rostro.

—Pues, te diré, entonces— el de hebras oscuras estaba poco a poco, perdiendo su calma al escuchar la del conde —¡Has sobornado a esos médicos en vano, totalmente!

Jimin arqueó una ceja aunque no se mostraba nervioso, algo le decía que no durarían para siempre en aquel lugar.

—¿Qué sucedió, Jungkook? Se claro, por favor— el conde de cabello rubio pidió, sereno.

El Affair | TaeJinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora