Capítulo XLI

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SeokJin se encontraba en el frio piso de su habitación, y le intentaba vencer a la habitual monotonía dibujando algunos patrones que, en un futuro, él bordaría dondequiera.

Sus manos experimentadas trazaban delicadamente esas flores de loto antes que el sol colándose por la ventana tan pequeña hiciera brillar aquel anillo en su dedo.

Era un precioso anillo de oro dorado con la incrustación de una delicada perla en medio.

Era, mejor dicho, una suerte de recordatorio que Jungkook le había regalado hacía días.

Recordatorio de sus nupcias inminentes -- tan pronto este fuera dado de alta de aquel reclusorio infernal, en donde había estado por meses.

—Jungkookie...— suspiró con cierta melancolía, pensando si quizás esa decisión era la correcta. Pero ¿quién le podía decir que si o no más que su conciencia?

Sin embargo, sabía que no era quién, tampoco, para decir si o no debido a su condición.

Por lo menos, eso siempre se encargaba de decir el Dr. Shin durante sus rondas usuales.

Y Jin lo creía.

—¿Mhm?— preguntó, con un puchero en esos bellos labios color escarlata, al tiempo que encontró, debajo de su mesita de noche, un papel —¿Qué es esto?

Tomó el papel entre sus finos dedos, viendo que se trataba de una fotografía, corroída a causa del tiempo y el olvido.

En esta, estaba Jin reposando contra el pecho de un apuesto muchacho de piel apiñonada, con expresivos ojos oscuros y una hermosa sonrisa. Se veía que era una tarde, debajo de un árbol de cerezos.

—¿Taehyung?— ese nombre había rondado su mente por semanas, aunque solo podía recordar vagamente de quién se trataba.

Una amistad de su primo, solo eso recordaba. Un huésped en su palacio. Un noble más.

¿Qué hacía con él, entonces, en una fotografía luciendo así de acaramelados?

Casi parecían... ¿novios? Jin no tenía idea.

—Jungkookie seguramente lo sabrá, o quizás lo conocerá— el castaño se encogió de hombros, decidido a regresar con sus dibujos, pero antes, se encaminó hacia su mesa para colocar ahí la fotografía.

Un sentimiento extraño, muy extraño y casi familiar, como un calorcito dentro de si, se apoderó de él cuando vió por segunda vez la fotografía con algo de ternura.

—Es lindo, muy lindo— en un susurro, como si temiera que su prometido lo escuchase, el castaño sonrió —. Supongo.

Sobre su precaria mesita de noche, había solamente una pila de libros -- novelas que su tía le traía, principalmente de Jane Austen*, quien era su favorita --, y una sola rosa en un florero de plástico.

Observó con curiosidad como un pétalo se desprendía de la rosa para caer sobre aquella fotografía. Y parecía como un pequeño espejismo mágico.

Pero, la rosa entonces pareció desnuda. Muerta. Y un feo, un horrible presentimiento tomó a Jin por sorpresa.

—Señor Buda, te ruego que no permitas una desgracia— susurró con trémula vocecita, sintiendo su pecho apretado, pues no tenía idea de lo que podría ocurrir tras los muros de aquel hospital.

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⏰ Última actualización: Jul 17, 2019 ⏰

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