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Ferran recorrió el campamento con discreción y en silencio. Buscaba con la mirada un altar a Tob o alguna figura de aquel divino para presentar sus respetos y cumplir con su deber espiritual.

Se mantuvo en silencio durante todo su recorrido, aunque consideraba blasfemo el culto a tantos dioses paganos, sabía que no podía hacer nada al respecto.

Sus pasos lo llevaron hasta el torreón. Dentro se escuchaba una voz ininteligible que se amortiguaba con las paredes, supuso que dentro había un gran número de paganos; probablemente Magie estuviese allí.

Después de casi una hora de búsqueda se dio por vencido. Los rituales estaban llegando a su fin y en el campamento comenzó a haber movimiento.

Su estómago, acostumbrado al ayuno dominical, comenzó a quejarse y resignado decidió que debía volver a la tienda. Durante su camino se topó con un enorme grupo de gente que se aglomeraba fuera de una gran tienda. Trató de atravesar el tumulto, pero a medio camino sintió una mano alrededor de su brazo y fue jalado dentro de la tienda.

—No tienes que ser tímido, pasa a comer— Le dijo el fornido hombre que lo arrastraba dentro de una tienda que fungía de comedor.

Le sorprendió enormemente ver como la tienda era muchísimo más espaciosa por dentro y estaba llena de mesas y bancas con gente comiendo. El hombre era grande y fuerte, un soldado. Tenía una marcada cicatriz bajo el parpado derecho y su nariz acusaba haber sido rota en más de una ocasión.

— ¡Min! ¡Tráeme uno bien grande para el nuevo cordero! — gritó hacia el interior de la tienda. Ante el asombro del chico, una mujer de escandalosa figura llego corriendo con un enorme plato humeante. Se habría quedado mirando la escultural anatomía de la mujer, si no hubiese estado cubierta de pelo y su cabeza fuese la de un caballo.

—Mira lo que quieras, pero como se te ocurra tocar...— dijo la mujer mientras depositaba el plato con una ración muy abundante de arroz y verduras hervidas.

— ¡L-Lo siento! — reaccionó el chico que se había quedado mirando con la boca abierta.

El hombre se rió estrepitosamente y golpeó a Ferran en la espalda con la mano abierta. El golpe aunque amistoso fue bastante duro y enderezo al chico enseguida.

— ¡No tan rudo Martin! Si lo rompes Aarón vendrá por ti!- bromeó Min antes de irse contoneando las caderas.

Martin se dejó caer en el asiento junto a él y se le acerco con curiosidad.

—Dime, ¿Qué haces solo aquí? ¿Dónde están tus amigos? —preguntó en voz baja, aunque se notaba que la mayoría de la mesa les prestaba especial atención.

—Salí a recorrer el campamento mientras ellos dormían— contestó algo receloso antes de comer una cucharada de la insípida y maloliente comida.

—Entiendo. ¿Cómo hicieron para que el viejo Aarón los tomara como estudiantes? — preguntó con genuina curiosidad.

—Fue el quien nos solicitó a su líder, dijo que nos necesitaba a nosotros tres para intentar reemplazar a uno— respondió mientras se obligaba a seguir comiendo.

Martin hizo una mueca, parecía que quería decir algo pero no lo hizo.

—Tienes mucha suerte, aprende todo lo que puedas y visítanos siempre que quieras— dijo con resolución mientras se levantaba apoyándose en su hombro —Puede que nuestra comida no sea como la de Magie, pero las vistas casi compensan el sabor— Se despidió antes de alejarse y atender a otros comensales.

Intento terminar lo antes posible, pero a los pocos minutos los cinco ocupantes de la mesa de enfrente se levantaron y se sentaron con él, rodeándolo.

Proyecto MikarkoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora