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Después de terminar con la lesión más importante, les sirvió el guiso que había preparado y se sentó con ellos a la mesa.

— ¿Llevas mucho tiempo cociendo heridas? — preguntó Tara para romper el incómodo silencio en que se habían sumergido.

—Llevo tanto tiempo cortando, como pegando carnes— contestó la robusta mujer mientras les servía cerveza aguada a cada uno.

— ¿Crees que podrías enseñarle a Tara? — pregunto Ferran ante la mirada fría de su hermana.

—Claro que puedo, pero creo que se le daría mejor a Guillem— respondió la mujer antes de darle un largo sorbo a su cerveza. Los tres chicos se miraron incrédulos.

—Disculpe señora Magie, pero ¿Qué le hace pensar que se me dará bien? — preguntó Guillem quien consideraba la curación una labor femenina.

—Eras herrero ¿no? Eres consciente de que tus manos son duras y fuertes, pero no son torpes, eres inusualmente delicado— Le dijo mientras le palpaba los dedos como si buscase algo.

Tara y Ferran no pudieron contener la risa ante las palabras de la mujer. A Tara se le escapó la cerveza por la nariz mientras Ferran casi se ahoga con la comida. Magie los miraba molesta por su reacción mientras Guillem se había puesto rojo como un tomate.

—Ignóralos hijo, un hombre con tacto es más atractivo y valioso que cualquier bardo o poeta— trató de apaciguarlo la mujer —Además, si tú vas a comenzar a tomar estas clases conmigo ustedes también tendrán que buscar algo productivo que hacer con su tiempo— sentenció la mujer —Usted caballero va a aprender el antiguo arte de la herbosteria con una vieja amiga mía, ojala se te contagie su paciencia y templanza— Le dijo a Ferran quien borró su sonrisa ante la idea de recolectar flores. —Y usted señorita, es una vaga, mira que quedarse acostada con un muchacho hasta después del amanecer. Aprenderás de responsabilidad trabajando en el torreón, busca a Mica y dile que yo te envío— lapidó la mujer ante la expresión atónita de la chica.

La comida siguió con ánimo mucho más lúdico. Los chicos bromeaban sobre lo que harían y el porqué. Durante toda la comida se mantuvieron de buen humor, lo cual enternecía a Magie, quien parecía disfrutar la presencia y energía que irradiaban los chicos.

Cuando hubieron terminado y recogido todo, se disponían a dormir una siesta al aire libre para disfrutar del agradable clima, mas Magie los interrumpió.

—Como dije, tienen que hacer algo productivo— sentenció la mujer y saco una cajita de metal la cual dejo sobre la mesa —Guillem, la quiero abierta para cuando regrese, no la fuerces o rompas, es una reliquia— Le ordenó al muchacho mientras con una mirada le ordenaba a Ferran y Tara que se alistaran a salir.

La obedecieron con premura y luego la siguieron por el campamento. Todos saludaban a Magie con mucho respeto y se apartaban para que pudiera pasar, con su enorme cuerpo, sin problemas. Siguieron el camino hacia los baños, pero se detuvieron en una tienda pequeña y bastante desastrosa.

Entraron sin llamar y se encontraron con una anciana sentada en un rustico sillón, que ya había visto mejores tiempos. Tara la reconoció y su rostro se ilumino con una sonrisa al verla.

—Amiga Chaza, ¿Cómo estás? — preguntó Magie con dulzura acercándosele hasta poder besarle la mano.

—Vieja, joven Magie, vieja— contestó con pesadez.

— ¿Dónde está tu nieta? ¿Ya comiste hoy? — preguntó preocupada Magie.

—Anda con sus amigos, no te preocupes por mi pequeña Magie, todavía puedo cuidarme sola— dijo con una sonrisa torcida mientras se ponía en pie.

—Señora Chaza, soy Tara, quizás no me recuerde pero...—La chica fue interrumpida por una mirada asesina de Magie.

—Disculpe amiga, como verá, no he sabido criar a mis niños; hablan cuando deberían callar— Se disculpó solemnemente la robusta mujer mientras, de reojo, descargaba una fría mirada en Tara.

La anciana asintió como si comprendiera el predicamento de Magie y continuó.

— ¿A qué debo el placer de tu visita jovencita? — preguntó preparando una taza de té.

—Necesito que me ayudes a corregir a mi mocoso, solo va de pelea en pelea y siento que le serviría aprender algo de tu arte para calmarse un poco— comentó afligida la enorme mujer.

—Dalo por hecho pequeña Magie, envíamelo cada día por favor—contestó la anciana para luego volver a sentarse en su sillón sin derramar una gota de té.

—Muchas gracias, eres mi más valiosa amiga— volvió a besar la mano de la anciana —Ferran quédate con ella y haz todo lo que te diga— Le ordenó al chico con una rudeza que no le conocían aun.

Ferran se quedó en la tienda cuando salieron y solo alcanzaron a escuchar que la anciana le pedía que se bebiera el té.

Magie y Tara continuaron su camino al torreón. La chica preguntó y preguntó sobre de donde conocía a la anciana Chaza y porque se comportaba así con ella, pero Magie se negó a responder. Cuando llegaron al torreón la mujer se detuvo y le dio claras instrucciones.

—Entras y te vas derecho a la escalera de la izquierda, subes hasta el último piso y te presentas con Mica, le dices que yo te envío para ser su aprendiz y al igual que Ferran le vas a hacer caso en todo— Le dijo con seriedad antes de retirarse a paso lento, pues ya sudaba profusamente por aquel leve ejercicio de recorrer el campamento bajo el sol.

La chica siguió las instrucciones y entró al torreón, que hacía de comedor para los guerreros y centro de mando de los dirigentes. Aun así, nadie le impidió en ningún momento entrar o desplazarse a sus anchas por las instalaciones. Llegó sin problemas, aunque tardo más de lo que debería pues se asombró de la forma en que el torreón estaba siendo reparado. el primer piso era solo el comedor, el segundo tenía una serie de habitaciones enormes que seguramente servían como despachos u salas de reunión, el tercero estaba lleno de cuartos pequeños que bien podrían ser las habitaciones de los oficiales, mientras que el cuarto estaba casi al aire libre. Allí se encontraba el palomar y las halconeras.

Un anciano con una pronunciada joroba se encontraba inclinado, alimentando a unas palomas de aspecto tan lamentable, como la máscara de madera que cubría el rostro del extraño sujeto.

— ¿Tienes un mensaje que enviar? — preguntó con voz rasposa y oxidada, como si no acostumbrase a usarla.

El aspecto de aquel hombre oscilaba entre lamentable y aterrador lo cual puso bastante nerviosa a la chica.

—L-la s-señora Magie me e-envió para ser su ayudante— dijo asqueada al sentir el fuerte hedor de las palomeras que la brisa llevo hasta ella.

—A esa mujer no se le pueden pedir favores...— refunfuñó de mal humor —Está bien, acércate, voy a enseñarte a cuidar de las aves—

Aquella tarde cada uno de los chicos comenzó, con incredulidad, a aprender las habilidades que sin saber les serian útiles durante toda su vida.


Proyecto MikarkoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora