Tara. 3

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Despertó en una carpa hecha de piel sin curtir. Al intentar levantarse, sintió como algunos músculos de su cuerpo se negaban a funcionar. Notó entonces las vendas que recorrían su anatomía, aunque no recordaba haber sido alcanzada en ningún momento, mas la evidencia la confundía.

Con esfuerzo logró salir gateando de aquella tienda para descubrir que se encontraba en un pequeño campamento. Había algunas tiendas alrededor de una hoguera central. Un perrito bastante poco intimidante se le acerco meneando la cola y comenzó a lamer su mejilla.

Era muy temprano y la sombra del guardia que se proyectaba en las tiendas no parecía haberse percatado de ella.

-Hasta que despiertas- Le dijo una voz femenina de entre los árboles.

Enseguida se giró buscando a la dueña de aquella voz, pero tras la carpa solo había bosque y no podía ver a nadie.

-La copa- volvió a decir la voz, antes de que la chica de cabello y abrigo largo cayera desde lo alto de un árbol, sin provocarse ningún daño –Cuando busques a alguien en un bosque tan viejo, nunca olvides mirar también hacia arriba- Le comentó mientras se le acercaba.

La chica era una muñeca. Algo más baja y delgada que ella, su largo cabello negro le llegaba con facilidad más abajo de la cintura. Su tez blanca, enormes ojos redondos y azules le conferían un aspecto de ternura difícil de describir, pues aunque sus rasgos eran delicados, vestía de forma bastante intrépida. Ya no solo el abrigo de cuero, llevaba guantes sin dedos en las manos y aunque sus botas eran altas, se le veían las delgadas piernas pues su pantalón llegaba con dificultad a sus rodillas. Aun así, aquella era la chica más mona que jamás había visto.

-Gracias por salvarnos en el bosque- dijo Tara una vez de pie he inclinándose con respeto –Ese monstruo hubiese acabado con nosotros si no llegas a aparecer- agregó sin saber exactamente qué decir.

-Recibimos el llamado de Luminolo y partimos enseguida- Le respondió la chica poniendo una mano en su hombro –Solo pude acabarlo tan fácilmente porque tu grupo ya lo había herido mortalmente y tu acaparabas toda su atención- Le dijo y sintió un leve temblor en la mano de la chica, que la apretó ligeramente –Sigues siendo increíble, hermana- agregó la chica con la voz cortada antes de abrazarla completamente emocionada.

En aquel momento Tara no supo cómo reaccionar, pero luego recordó que antes de desmayarse le pareció reconocer a su hermano Vaylor. Aquel que, junto a su hermana Issobel, había partido junto a un cazador amigo de su padre hace cinco años.

Sus ojos se llenaron de lágrimas al recordar a la dulce niñita que había sido su hermana hace ya media vida. Enseguida le devolvió el abrazo a la hermosa chica en que se había convertido.

-Isi? Realmente eres tu Isi?- Le preguntó alejándola por los hombros para verla mejor.

-Claro que soy yo, quien más se te acercaría con lo apestosa que estas- bromeó la chica frotándose los ojos mientras su hermana sonreía radiante.

-Yo lo haría- dijo una voz muy masculina desde el campamento –Aunque no sé si sea correcto, ya no somos chiquillos que juegan a la familia fuera de la abadía- agregó.

Tara se giró y por un segundo vio al Vaylor de 10 años con las rodillas sucias y los puños rojos por haberse peleado con Ferran y Guillem. Pero aquella visión no duró, frente a ella tenía a un joven de cabello negro, como el carbón, peinado meticulosamente hacia atrás. Su piel bronceada se dejaba ver entre su atuendo del mismo tipo que el de su hermana. Fumaba de una pipa larga y se les acercaba con los brazos extendidos.

El corazón de la chica dio un brinco intentando salir de su pecho. Realmente había sido bendecida con una familia de lo más atractiva. Como pudo, saltó a los brazos de su hermano, quien la lleno de mimos como cuando era pequeña, intentando controlar su llanto.

Proyecto MikarkoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora