Guillem. 8

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Aaron continúo simulando inconsciencia mientras lo atendían. La verdad era que la magia de la elfa había hecho maravillas, incluso perdió algunas de sus antiguas cicatrices. Aun así el sanador no podía creer que, en algún momento, alguien pudiese sobrevivir a una herida que dejase aquel tipo de marca. La vistosa cicatriz que le bajaba por el hombro hasta más abajo del pectoral contaba una historia oscura.

Tras el impacto inicial se aseguró de vendarle de manera adecuada el muñón, aunque estaba en tan buen estado que parecía llevar años sin su mano. Lo extraño era el tacto permanentemente frio en aquella zona.

Fue solo cuando el sanador lo dejó solo que Aaron volvió a abrir los ojos. Estaba en una tienda de campaña que hacía de enfermería. Por la forma en que todo estaba organizado y lo pulcro de las camillas supuso que no había tenido demasiado uso, o recientemente fue instalada. Como fuere, estaba en un lugar sin ningún tipo de vigilancia, "Novatos" pensó mientras buscaba cualquier cosa que pudiese resultarle útil y esconder entre sus ropas.

Durante el trayecto había tenido tiempo de planear el siguiente paso, o esa fue la intención, pero esta vez se le hizo extremadamente corto, tanto que estaba casi seguro de que lo habían sacado por un lugar distinto, de por dónde habían entrado. A pesar de todo, ya tenía un plan de acción. Había sido contactado por Luminolo, lo que significaba que contarían con varios guerreros de buen nivel, de otra forma se hubiese limitado a observar desde una distancia segura.

No pudo evitar sonreír ante lo costosa que les había vendido esta oportunidad el destino. Los brazos más robustos de la rebelión y los mejor capacitados para levantar una avanzada, a cambio de una oportunidad de atrapar a una elfa. Más tarde tendrían tiempo para llorarlos, cuando la tuviesen a buen recaudo en el torreón.

Incapaz de encontrar algo que pudiese ser útil más adelante, se resignó a tratar de descansar. Con todo lo que se vendría más adelante, necesitaba ahorrar cada gramo de fuerza. Aun en el mejor de los casos y con una emboscada perfectamente ejecutada, lo más probable era que tuviese que hacer frente a al menos cuatro o siete soldados que, aunque humanos, habían sido entrenados durante años en la academia imperial.

-Padre, despierta papá- susurró una voz de forma gentil mientras lo mecía ligeramente de un hombro.

-Tre-Tomy?- preguntó el cansado Aaron aun adormilado, no recordaba haberse dormido y luchaba con el reflejo de torcer la mano que lo mecía.

-Tranquilo papá, ya saben que mi nombre es Guillem, tengo mucho que contarte-

-Definitivamente te hace falta una mujer, mira que no saber mentir es una debilidad en nuestro oficio- bromeó intentando sentarse solo para ser detenido por Guill. Aun así logró ver que cerca de la entrada se encontraba la elfa, algo escandalizada por sus palabras, tal como lo suponía.

-No te esfuerces demasiado, debes descansar- Lo contuvo el chico.

-Te faltan quince años y medio metro más de altura para decirme que hacer, cachorro- dijo apegándose a su papel de padre regañón.

-Os dejare solos para que puedan conversar, Venid a mi encuentro cuando terminéis campeón- interrumpió la elfa antes de salir de la tienda, dejándolos solos.

En cuanto hubo salido Aaron se sentó en la camilla sin ningún problema y examino detenidamente a Guil, había algo diferente en el pero no sabía exactamente qué. No eran la fina armadura o la capa que portaba lo que le daba un aspecto extraño, aunque si contribuía pues nunca lo había imaginado vestido a la usanza imperial. Quizas era por el rustico anillo de madera que llevaba en el dedo medio, pero le restó importancia.

-Vaya, parece que te subestime, tienes a esa mujer en el saco- bromeó frotándose los ojos con su mano restante.

-Yo no diría eso- Se apresuró a corregir Guill –Pero me será fácil permanecer a su lado-

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