Ferran. 2

47 13 15
                                    

Durante más de una semana la conciencia Ferran iba y volvía por lo que sus recuerdos solo eran visiones fugaces de su entorno. Casi no estaba consciente de que habían sido capturados y transportados en rechinantes, obsoletas y malolientes, carretas tiradas por burros.

Su hombro quemaba como el fuego, debido probablemente a la ridícula cantidad de veneno que sus captores habían utilizado en la flecha y el escaso antídoto que le proporcionaron.

Sus compañeros se apretaban en otros carros con algunos otros desafortunados. El olor a putrefacción y desechos humanos era intenso, pero no tanto como la nube de insectos que los acompañaba y se deleitaba con la desgracia de aquellos pobres hombres.

Una noche fue capaz de abrir los ojos y mantenerlos así lo suficiente para dar un vistazo rápido a su confinamiento. Se encontraba en una especie de carro prisión con la chica que había vomitado durante la caminata, aunque se le veía muy diferente. Antes se podía decir que era una chica guapa, pero ahora gracias al escaso alimento y las nulas oportunidades de asearse daba una imagen completamente distinta, demacrada, moribunda.

Se encontraba durmiendo sentada ya que no había espacio suficiente para que pudiera recostarse sin solaparse con él. Con una mirada algo más concienzuda noto sus labios partidos y los moratones que parecían cubrir uno de sus brazos en su totalidad. Se preguntó así mismo cuantas veces habría sido violada antes de que le permitieran descansar en aquella celda y dio gracias a Tob porque Tara se encontraba segura junto a la resistencia.

Intento moverse y su cuerpo poco a poco le fue respondiendo. Se sentía agarrotado y la mayoría de sus músculos seguían dormidos, pero estaba decidido a recuperar algo de control de su situación y con esto poder darle algo de descanso a aquella maltrecha chica, que tan mal lo había pasado.

Poco a poco se fue incorporando hasta que se hayo sentado, con la espalda apoyada en los improvisados barrotes de su celda. Con menos delicadeza de la que hubiese deseado, movió por el hombro a su compañera para despertarla. La chica despertó sobresaltada y enseguida se llevó ambas manos a la cabeza, asustada y temblorosa, antes de percatarse de que había sido Ferran y no uno de sus captores quien la despertó.

Al verlo su rostro se llenó de ira pero rápidamente se calmó. Le tapó la boca a Ferran con su mano cuando este se disponía a decirle algo y por gestos le indico que no debía hablar. Ferran no logro entender el resto de gestos, pero le quedo claro que eso de decir cualquier cosa no sería buena idea.

La chica le indico con gestos que mirara a su alrededor, pero la noche era oscura y solo se divisaba la sombra del guardia cerca de la hoguera. Contó al menos 4 carros más, los cuales parecían atestados de gente y unas cuantas bestias que cargaban suministros del otro lado del fuego.

La chica, cuyo nombre no recordaba, le indicó con mano temblorosa uno de los carros y allí, a modo de adorno y cruel disuasorio, se encontraba clavada una putrefacta cabeza a la cual las aves y los mosquitos ya le habían devorado los ojos, labios y mejillas.

Su compañera se acercó a él con dificultad y torpeza pero sobretodo lentitud, como si tratase de no emitir ningún ruido hasta llegar a su oído.

-Mills - susurró con un hilo de voz temblorosa antes de frotarse los ojos, se le habían humedecido.

Entonces Ferran comprendió que aquel debía ser uno de los amigos de la chica. No imaginaba que tipo de penurias habían pasado o que propició que sus captores actuaran de forma tan radical, según creía, ellos eran esclavistas y un hombre joven puede ser muy valioso.

La chica volvió a apoyarse en los barrotes y miro al cielo estrellado que presentaba dos lunas menguantes. A Ferran lo invadió entonces la impotencia ¿Dónde estaba el tigran Razir? ¿Cómo pudo pasar algo así tan cerca del campamento? ¿Cómo es que nadie había notado que no estaban?

Proyecto MikarkoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora