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Nuevamente, Magie tuvo el detalle de despertarlos a punta de golpes de sartén, aunque esta fue la peor experiencia de todas. Los tres sufrían de un dolor terrible en las piernas y les costó hacerse los ánimos para levantarse a cumplir con sus deberes.

Los demás miembros del campamento comenzaron a reconocerlos, ya habían llevado la comida antes, por lo que algunos saludos de cortesía empezaron a llegar. Mientras que el recibimiento de los mayores era cálido y acogedor, todo lo contrario pasaba con la juventud. Los jóvenes de edades similares parecían algo recelosos. La coquetería e interés de aquel primer día se había disuelto rápidamente, para dar paso a un gélido distanciamiento o una sutil mala voluntad.

Después de repartir el desayuno pudieron, por fin, sentarse a comer el propio. mas cuando regresaban a la tienda de campaña, Ferran creyó notar como los jóvenes susurraban cosas a su paso. Conociendo a sus hermanos, determinó que tenía que contárselo a Guillem, pero no en aquel lugar.

Magie los esperaba con el desayuno servido. La noche anterior le comentaron lo dura que había sido la marcha con el estómago lleno, pero que también esa energía consumida fue lo que les permitió regresar.

Hoy, la robusta cocinera les había preparado un pequeño morral a cada uno. Dentro había 2 manzanas y algo de pan duro, también un pequeño tipo de odre con agua, en los cuales los soldados acostumbraban almacenar algún tipo de bebida alcohólica fuerte.

—Solo entran unos sorbos de agua, pero un poco es mejor que nada— Les comento la mujer algo avergonzada al mostrárselos.

—Son perfectos señora Magie, encontraremos la forma de pagárselos, se lo prometo— respondió Guillem inclinándose en una pronunciada reverencia de agradecimiento.

La cocinera se sonrojo ante la sincera gratitud de los chiquillos y los corrió de la tienda para que se fueran a entrenar, alegando que no solo ellos iban retrasados.

Nuevamente tuvieron que atravesar el campamento y fue Guillem quien se percató como un chico de unos 18 años escupía sobre sus pisadas al pasar. Le explicaron la situación al guardia y salieron del pequeño asentamiento.

Nada más llegar a la línea de los árboles, encontraron marcas en los troncos. Durante varios metros coincidían, con el camino que creían recordar del día anterior, para llegar al claro de entrenamiento. Así, cuando la memoria comenzó a fallarles, decidieron seguir aquel rastro.

El camino resulto terriblemente agotador. Demoraron más que aquel primer día, pero consiguieron llegar antes de que el sol, se posara en lo más alto.

—Buen comienzo— Los saludo Aarón, saliendo de una imperceptible trampilla en el suelo —Hoy deben comenzar con la rutina que les asigné—.

Los tres asintieron agotados y cada uno fue a sus estaciones. Ferran tenía que ganar más tono muscular así que fue a la estación de las pesas. Tara tenía que mejorar su resistencia, por lo que le tocó correr rodeando el claro, hasta cumplir un determinado número de vueltas. Por ultimo Guillen al contar con un buen físico, por su trabajo de moldear metal a golpes al calor de una fragua, le toco pulir su técnica entrenando con el mismísimo Aarón.

—Toma la espada corta, comenzaremos desde el principio—.

Aquellas fueron las últimas palabras amables que tuvo el soldado con los chicos durante el día. Apaleó a Guillem con todas y cada una de las armas. Solo se detenía cuando lo dejaba noqueado y aprovechaba de ir a corregir la forma en que se ejercitaban Ferran y Tara, quienes según él eran un imbécil y una vaga.

El sol se arrastró por el cielo hasta la hora de término. Guillem había completado la rutina de aquel día a punta de golpes. Ferran no había alcanzado a hacer la tercera ronda de brazos, ya que se había retrasado, al aconsejar a Tara sobre el correcto uso de una vara de hierro; la cual, según su rutina, debía apoyar en sus hombros y hacer sentadillas, pero que por alguna razón, ella había usado para llenar de agujeros el suelo. La chica tampoco logro terminar su rutina, que era por mucho la más completa; le exigía trabajar todo su cuerpo y no se dosificaba por día como si lo hacían las de sus hermanos.

—Mañana tendrán que llegar más temprano para compensar su ineficacia. Tú también Guillem, hoy terminaste solo porque me tuviste de rehén todo el día contigo, pero en vista de la lamentable condición física de la señorita; mañana volaras solo, al menos medio día— dio un par de aplausos y los envió de regreso.

Volvieron al campamento muy tarde. Magie nuevamente había servido las cenas ella sola, pero no dijo nada al verlos llegar. Les entrego fichas para los baños y los obligo a que fueran, ya que por el cansancio solo querían dormir.

Mientras esperaban en la fila, Guillem se percató que había muy pocos chicos de su edad formados. Un gran número debía trabajar en los baños, pero según parecía no todos apreciaban tanto el agua caliente como ellos.

Aquel día Magda no estaba a cargo de la fila y otra moza de unos 20 años se ocupaba de pedir las fichas mientras coqueteaba con todos sin importar si eran hombres o mujeres, mucho menos la edad.

Después del baño y la cena durmieron como troncos, para luego, volver a empezar. Toda la semana se dedicaron seguir las precisas instrucciones de Magie al levantarse y de Aaron al entrenar, pero ninguno fue capaz de completar la rutina de entrenamientos en un día, o volver lo suficientemente temprano para ayudar a servir la cena.

Por su arduo trabajo, la mañana de aquel día llego más tarde. El primero en despertarse fue Guillem, quien se levantó con mucho cuidado para no perturbar el descanso de sus hermanos.

Entró en la cocina pero no encontró a Magie. Supuso que quizás era demasiado temprano, mas al salir de la tienda encontró al sol ya bastante alto. Aun así el campamento tenía muy poco movimiento.

Asustado, ante la posibilidad de haberse quedado dormidos, corrió a despertar a sus hermanos, los cuales se levantaron de mala gana; pero cuando les comentó que estaban muy retrasados, se compusieron con mucha premura.

Cogieron unas manzanas viejas que Magie tenía en un gran tazón y se encaminaron, como cada día, a la entrada del campamento. Mientras avanzaban Tara pensaba en que le dirían a Aarón, como se excusarían con él. Guillem practicaba una disculpa en su cabeza, pero Ferran observaba con atención las tiendas. El movimiento era muy poco y solo cuando encontró una abierta, rebelando lo que hacían sus habitantes, cayó en cuenta de que día era. Detuvo a sus hermanos.

Era domingo, el día sagrado y, por lo que parecía, los paganos también lo celebraban. Tara se llevó una mano a la cabeza mientras Guillem volvía a respirar con tranquilidad.

Regresaron a la tienda intentando no perturbar la tranquilidad de la mañana y se sentaron a la mesa en silencio.

— ¿Creen que haya un altar a Tob por aquí? — preguntó Ferran incomodo por haber descuidado el culto de su deidad.

—Tob es un dios elfo, dudo que encuentres a otros corderos como tú— Le dijo Tara sin miramientos mientras se estiraba.

— ¡Escúchate! ¡Suenas como una pagana! Tob es el rey de los dioses, es el único que merece adoración, los demás deben contentarse solo con reconocimiento— La increpó Ferran acaloradamente.

—Cálmate, no deberías levantar la voz hasta después de medio día— Se burló la chica.

—Relájense los dos, por la diversidad de especies y procedencias que hemos visto, no sería descabellado que alguien contara con un pequeño altar a Tob— Trato de apaciguar los ánimos Guillem.

—Si quieren salir a buscar una piedra ante la cual arrodillarse adelante, yo me voy a dormir— sentenció Tara levantándose de su asiento.

—Si descuidas tu desarrollo espiritual no podrás evolucionar- dijo Ferran en un intento por convencerla.

—Además sabes que no vamos a dejarte sola— agregó Guillem, aunque la chica los ignoró y se recostó en el camastro de paja donde dormían.

—Guil, necesito hacerlo— dijo Ferran a su hermano en tono suplicante.

—Lo sé, yo me quedare con Tara y luego cambiamos— respondió comprensivo el enorme chico.

Ambos asintieron y Ferran salió de la tienda mientras Guillem se recostaba pegado a la chica.


Proyecto MikarkoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora