Tara. 8

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Los primeros rayos de sol acariciaban la punta de la torre más alta del pequeño castillo, cuando tres jóvenes encapuchadas se personaron en las puertas. Los veteranos guardias solo accedieron a la petición cuando una de ellas mostro su rostro. Era una versión castaña de Alice y tenía un coqueto lunar en su pómulo izquierdo.

Tras ingresar al patio interior, las tres jóvenes se dirigieron directamente a una de las torres más cercanas a la estructura principal, lo que significaba atravesar el patio y ser el blanco de las miradas curiosas de todos aquellos cuyas labores ya llevaban un buen rato iniciadas. Aunque la atención se la llevaba casi completamente la kanis, que a pesar de su capucha no podía ocultar su tamaño.

Como si conociese el camino de memoria, Alice las guio a paso firme. Entró en la torre sin siquiera llamar primero y ante la mirada atónita de guardias, criados y uno que otro cortesano, subieron hasta el último piso, donde se adentraron en lo que parecía el despacho de alguien con muchas responsabilidades.

En las paredes colgaban un mapa de la región de Rum, un mapa de Rodagaja y lo que parecía ser un detallado plano del castillo. Las estanterías estaban llenas de libros de distintos tamaños y cuyas cubiertas de cuero evidenciaban la frecuencia de su uso. El suelo estaba cubierto de pieles de oso y la chimenea parecía encendida recientemente. El escritorio se hallaba plagado de documentos, como si alguien los hubiese revisado de forma simultánea.

Tras unos quince minutos entro por la puerta un hombre ya algo mayor, de cabello cano pulcramente peinado y mirada nerviosa. Sus ropas, aunque elegantes, parecían puestas con prisas pues se hallaban algo arrugadas en las piernas y el verde de su camisa le daba un aspecto enfermizo.

-Lady Maia- realizó una nerviosa y apresurada reverencia –Lady Adhara- repitió la acción dirigiéndose a la kanis – Lady... Dubhe?- No parecía muy seguro.

-Altais...- corrigió Alice asintiendo con la cabeza para que se descubrieran.

Tara bajó entonces su capucha, revelando su nuevo cabello completamente oscuro y un extraño tatuaje a la altura de su ojo izquierdo. Junto con Paola devolvieron la reverencia casi en perfecta coordinación.

-Oh, vaya... lo siento, un placer conocerla Lady Altais- Se apresuró a agregar rápidamente.

-Es nueva en la orden, servirá como mi escribana mientras estemos aquí, solo ignórela Ser Rube- comentó nuevamente Alice.

-Como ordene- asintió sumiso –Gustan comer o beber algo? Que digo! Claro que deben estar hambrientas por el viaje- Se apresuró a una pequeña despensa de la que sacó una botella de vino y una cajita metálica con galletas –Disculpen mi falta de hospitalidad, pero la verdad no las esperábamos tan pronto-

-Bueno, el gran maestre tuvo que ir a atender asuntos urgentes y nos confió los últimos detalles a nosotras- dijo Alice mientras Ser Rube le llenaba la copa –Queríamos enviaros un mensaje pero las aves no se aventuran por estos lares-

-Claro, claro- asentía el hombre cuando llegaron varias criadas con bandejas cargadas de comida de todo tipo, desde pan hasta pequeños pasteles de carne que despedían un delicioso aroma –Por favor, sírvanse cuanto gusten- agregó con diligencia hacia las jóvenes mientras le daba rápidas miradas reprobatorias a las criadas, probablemente por llevar comida que dejaría su olor impregnado en los libros y documentos.

-Ser Rube, es muy amable, pero debemos ver a Lord Vamany cuanto antes- Se apresuró a aclarar Alice en cuanto se retiraron las criadas.

-Si, sobre eso... Lord Vamany se encuentra- tragó saliva –indispuesto- articuló en un susurro casi inaudible.

-Cuando podremos verlo?- preguntó entonces la kanis con seriedad, como si escuchar aquello la hubiese puesto de mal humor.

-Le-les avisare en cuanto tenga noticias- respondió claramente temeroso -Pe-permítanme mostraros sus dependencias mientras tanto-

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