Ferran. 14

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El día transcurrió sin incidentes. Tanto Filipa como Fer se preocuparon de no agotarse con los entrenamientos, lo que les ganó algunas burlas por parte de sus compañeras y uno que otro regaño de la doctore.

Fer no tenía idea de como abordar el tema de la revuelta con Roberta. Ella era una veterana que consagró toda su vida a la arena y gloria del ludus, al que pronto le pedirían ayudar a destruir. Pero en todo momento Fer subestimó el aprecio que sentía por Filipa.

No fue parte de la conversación, pues la joven se le adelantó y aprovechando un momento de privacidad le reveló todo a su mentora. Si la idea molestaba a la experimentada gladiadora no lo mencionó. Aunque si manifestó una clara intención de no apartarse del lado de su pupila.

La sola idea de llevar a cabo su venganza mantenía el cuerpo de Fer completamente preparado, aun sin haber caído en cuenta de que sus enemigas eran curtidas guerreras, con años de entrenamiento en combate y cuyas habilidades habían sido probadas en incontables ocasiones.

Pero la feliz ignorancia de Fer no era compartida por Filipa o Roberta. Ambas eran conscientes de que tendrían que pelear con uñas y dientes para llevar a cabo su cometido. Sus ventajas eran claras y tendrían que explotarlas al máximo para vencer.

Primero, su pequeño grupo estaba fuertemente armado. Si bien no contaban con armaduras, las armas que Fili proveería eran de una calidad exquisita, de temer en las inexpertas manos del chico de ojos verdes y lapidarias sentencias a disposición de las curtidas gladiadoras.

Segundo, la confusión y factor sorpresa. La ciudad pronto ardería y sus calles se llenarían de cuerpos. La conmoción por las revueltas en distintos puntos promovería que las defensas del ludus se apostasen en repeler a una amenaza externa. Dejando al pequeño grupo insurgente campar a sus anchas por algunos minutos.

Tercero, la mamba negra. La actual campeona de Galdekia, Aira, seria su escolta. Fer y Fili deliberaron por horas sobre los motivos de su superior para apoyarlos, sin encontrar una sola respuesta satisfactoria. Tampoco estaban demasiado seguros de si los fuese a ayudar a acabar con sus hermanas, pero de hacerlo seria una aliada poderosa que con su mera presencia confundiría o inundaría de terror a sus adversarias.

Aunque, con todo, la verdadera probabilidad de éxito era realmente baja. Y es que los números estaban en contra. Siendo solo cuatro, o tres ya que ninguna consideraba realmente a Fer, tendrían que acabar con mas de veinte gladiadoras profesionales, sin contar a las esclavas en entrenamiento o las voluntarias. Una cifra que sobrepasaba sus aptitudes con creces.

Sería necesaria una estrategia si querían lograrlo. Roberta no tenía intención de aportar cualquier tipo de idea. Ella estaba allí por Fili y si era necesario la defendería de quien fuese, pero no perseguía la muerte de sus hermanas como su pupila y definitivamente no deseaba hacerle favor alguno a Fer.

Por su parte Aira tampoco parecía muy por la labor. Como siempre, entrenó apartada del resto durante medio día y el resto de la jornada se lo paso recorriendo las estaciones de practica de sus hermanas, repartiendo consejos, elogios y amenazas por igual. Aunque ninguna de las compañeras de Fer dudaban de que llegado el momento actuaría como había dicho que lo haría.

La responsabilidad del plan recaía entonces en Fer y Fili. Tenía sentido pues eran ellos los que deseaban vengarse, aunque a medida que pasaban las horas no lograban ponerse de acuerdo de forma que dejase a ambos conformes.

-Quizás podamos convencer a algunos esclavos de que nos ayuden a cambio de su libertad- sugirió Fer en poco mas que un suspiro mientras ayudaba a Fili a elongar.

-Basta que uno se vaya de lengua y nos vamos todos a la mierda- respondió ya cansada de la estupidez de Fer.

Ya era tarde y aun no tenían nada realmente claro, y de alguna Fer seguía sin tomar el real peso de la situación.

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