Tara. 6

25 9 23
                                    

Las palabras de Alice se quedaron dando vuelta en su cabeza, pero las chicas enseguida comenzaron a caminar hacia el interior del bosque. Las siguió pues ahora ellas estaban al mando, o eso había dicho el maestro Kay.

Si bien no tenía nada en contra de las chicas, no podía dejar de sentir empatía por la causa de su hermana. Aquella chica llamada Alice fue probablemente la primera mujer de Vaylor y entendía como eso carcomía la cabeza de Isi cada que los veía juntos, cosa que por lo demás a ellos no parecía molestarles demasiado.

Si bien solo les veía la espalda, pues caminaba tras ellas, comenzó a entender el por qué su hermosa hermana le tenía tanta manía. No era tan bella como Isi, ni de cerca, pero el contoneo de sus caderas al caminar y la expresión de su rostro eran demasiado coquetos, como si incluso en el bosque intentase llamar la atención de cualquier cosa que pudiese verlos.

-Como me toques el trasero pierdes la mano- Le advirtió la chica de repente.

Tara se percató de que la había estado mirando desde hace un buen rato y enseguida se deshizo en disculpas.

-Es igual a su hermano- Se burló la kanis divertida.

-No!- Se apresuró a decir Tara  -S-Solo quería entender algo...-

-Qué cosa? Invéntate algo mejor, no me molesta que me mires pero voy enserio con eso de tocar, que ni se te ocurra- Le volvió a dejar claro Alice.

-Lo siento, no era mi intención- susurró la chica completamente avergonzada y cohibida por las chicas mayores.

Siguieron caminando y en un par de horas llegaron hasta el final del bosque. Frente a ellas se abría una enorme estepa azotada por fuertes vientos, que se manifestaban en pequeños remolinos que se aparecían tan rápido como desaparecían.

Tara nunca vio un paraje igual, pero desde sus días atendiendo la posada había escuchado multitud de historias sobre aquel lugar. De alguna forma habían llegado hasta Rum, la región del viento.

Se decía que solo los viajeros más experimentados podían recorrer la estepa a pie, pero que jamás se vería a alguno haciéndolo. A una buena distancia, donde la estepa colindaba con un pequeño valle, se divisaba una pequeña ciudad con altas murallas de madera. Aquella debía ser Rodagaja, la ciudad humeante.

Debido a las fuertes corrientes de viento, la gente de Rodagaja acostumbraba a tener los fuegos de sus hogares siempre encendidos, para combatir el frio que bajaba por la estepa. Como resultado se había transformado en una ciudad que siempre era visible desde mucha distancia y donde las familias más ricas eran las dueñas de las minas de carbón cercanas. Contaba con varias banderas que flameaban permanentemente, ostentando con orgullo una serpiente coronada, emblema de la familia Vamany.

Las chicas se detuvieron donde terminaba la línea de árboles y Patata se agacho mientras hacia un llamado extraño. De entre los arboles salieron dos de los perritos corriendo juguetonamente, aunque parecían algo cansados.

-Lamento dejarles el trabajo de ordenar, pero ahora solo somos Petra y yo- Les comunico la kanis mientras los llenaba de mimos.

-No me digas así- Le advirtió Alice antes de acercarse a acariciar a los cachorros, se aseguró de decirlo de tal forma que Tara capto el mensaje sin problemas.

El sol ya comenzaba a descender, tenían tiempo de sobra para llegar a la ciudad, pero Tara se sentía intranquila. Nuevamente estaba al cuidado de desconocidas y no parecía haberles caído en gracia. No tenía idea de que hacían ahí, ni cuánto tiempo tardarían en resolver sus asuntos, mas nada sacaría con preguntar a sus compañeras.

Sin previo aviso la kanis se levantó y comenzó a quitarse la parte superior de su armadura. Alice se incorporó enseguida y comenzó a ayudarla, la tarea parecía bastante compleja. No era una armadura ordinaria, había un montón de correas y amarres que mantenían el torso metálico en su lugar. Bajo aquella robusta protección vestía una armadura de malla, la cual también se retiró exponiendo un gambesón de lana acolchado.

Proyecto MikarkoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora