Guillem. 9

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Todavía miraba por donde se había ido el chico cuando sintió una fuerte presión en el pecho. Aquello solo podía significar que su señora corría peligro. Por la intensidad de la presión y el cómo le dificultaba respirar, debía ser un gran peligro.

-Hey! Guil! Qué esperas? Muévete!- Le gritaba Aarón desde la distancia mientras le indicaba que siguiese a Trevor –Cíñete al plan!-

Asintió con torpeza y se puso en marcha. Aquel era el camino para el sitio donde acostumbraba a entrenar con la dama Consuelo. Tras dos semanas de experimentación con ella no veía posible el que un simple grupo de mortales pudiese detenerla, pero tampoco creía posible que alguien pudiese lidiar con el elfo pálido y había sido testigo de cómo un ataque sorpresa le había costado varias y graves heridas.

A pesar de que se movía rápido y Trevor solo le sacaba unos segundos de ventaja, no podía verlo por ninguna parte. Debía moverse por el bosque con una soltura sobrehumana, sobre todo si no conocía tan bien el camino como él.

Pero que le aseguraba que no lo conocía?

Desde que Aarón hablo de los refuerzos, habían pasado más de dos semanas. De alguna forma todo el grupo de rebeldes había conseguido no solo mantenerse oculto y vigilante, también se habían infiltrado en las filas imperiales, esperando el momento oportuno para hacer su jugada. Esperando a Aarón.

Aun le faltaba para llegar al claro cuando sintió como repentinamente disminuyó la temperatura. El aire se sentía frio y cargado de magia. A lo lejos se escuchaban ruidos de combate y un espectral susurro. Apretó el paso.

Era una noche donde la luna no brindaba demasiada luz, pero por alguna razón no se encontraba tan oscuro como cabría de esperarse en un tupido bosque como aquel. Aun así, a medida que se acercaba al claro, los destellos de los hechizos y las partículas de magia, iluminaban su camino de golpe.

De un segundo a otro pasó de correr por un bosque normal a uno casi congelado y por donde había atravesado algún tipo de criatura de enormes proporciones, pues varios árboles se encontraban en el suelo.

Cuando el claro estaba a solo unos metros alguien lo tomó del pecho y lo arrojó al suelo, un segundo antes de que una enorme estaca de hielo pasase justo por donde iba y se ensartase en un tronco.

-Que el viejo no te enseño nada? Nunca bajes la guardia!- Le dijo Trevor antes de levantarse a observar la batalla en el claro.

-A-Aarón me envía a ayudar- Se apresuró en informar Guill mientras se parapetaba contra un grueso árbol –Me ordenó no apartarme de "la elfa"-

-Y como planeas acercarte?- preguntó el joven indicándole que observara la situación.

Fue entonces que, desde la relativa seguridad de su posición, Guill vio una batalla de proporciones que no creía capaces.

Un ser bajito, cubierto de vendas, con túnica de arpillera y una máscara metálica de prisionero, emanaba magia por cada rendija de su máscara, sus manos parecían envueltas en llamas azuladas de puro poder arcano. Arrojaba hielo y energía arcana pura contra Consuelo, quien hacía gestos con una mano para levantar rápidas barreras o arrojar rayos de magia sacra que anulaban los ataques del extraño ser.

Pero además una sombra parecía moverse entre los arboles por el lado contrario y, con intervalos de solo segundos, flechas mágicas y de hierro negro salían de entre los árboles. La elfa Consuelo utilizaba su otra mano para dirigir la esfera mágica que siempre la orbitaba y ahora, al igual que cuando combatieron contra los demonios menores, llameaba y volaba rápidamente defendiendo a su ama de las flechas. 

-Que están haciendo? Acaso quieren matarla?- espetó Guill sin esperar respuesta, necesitaba ayudarla.

-No, pero en cuanto dejemos de presionarla enseguida curará a su guardián- señaló Trevor indicándole al elfo que yacía desplomado en el borde del claro.

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