Guillem. 12

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Aunque se suponía que el propio maestro Kay fue quien los convocó para aquella misión. La verdad era que más que un destacamento de refuerzos, se comportaban como una partida de caza. Seguían rastros secretos que solo Aarón, Trevor o Máximo eran capaces de identificar. Se adentraban en bosques profundos donde la luz del sol casi no conocía el suelo, solo para continuar a la caza de aquella fantasmal huella que los orientaba en una dirección  completamente distinta.

Aun así, solo a Guill y Consuelo se les hacía extraña la forma en que se desplazaban, pues el grupo de Máximo, un hombre calvo de casi la edad de Aarón, que gustaba de llevar en todo momento una finísima capa de piel; parecían acostumbrados a dejar todo en mano de sus líderes.

Al principio Guill cargaba a la elfa en su espalda, como una atención a una dama que difícilmente acostumbrase a cubrir grandes distancias a pie, mas con los días Aarón lo consideró un buen entrenamiento para que no perdiese la condición física.

Ya tras una semana se percibía en todos el agotamiento de aquella intrépida empresa. Trevor cantaba de cuando en cuando, para subir la moral de los hombres, aunque tras el tercer día siempre que lo hacía era la única voz que se escuchaba, pues nadie más podía permitirse el derroche de energía.

Si bien aquella criatura les llevaba varias semanas de ventaja y contaba con el cuerpo de un elfo guerrero para desplazarse, Guill no daba crédito a lo mucho que se había movido. Lo más impresionante era como Máximo presionaba al grupo con el ritmo, argumentado que el demonio rara vez descansaba, cuando lo hacía era solo por un par de horas, y luego volvía a la carrera.

Cuando comentó aquello a consuelo fue que Trevor le abrió los ojos. No era solo un cuerpo elfico entrenado poseído por un demonio, era una criatura de poder inconmensurable que se mantenía en constante movimiento para no ser alcanzado por el maestro Kay.

En el rostro de Consuelo quedó patente que ella pensaba diferente, pero de ser como Trevor suponía, el maestro Kaydulengo era un verdadero monstruo.

El frenético ritmo de la marcha hacía realmente imposible para Aarón el poder instruir a Guill como era debido, por lo que se concentraban en intercambiar información sobre la criatura, su equipamiento y sobre todo, en trazar planes de acción para distintas situaciones en que podían verse envueltos al entrar en acción.

Aarón era bastante meticuloso con sus estrategias, se ponía en situaciones de lo más adversas y desfavorables, solo para entregar un detallado procedimiento para cada miembro del grupo, para todos salvo Trevor. Por alguna razón, Trevor nunca era considerado en la estratagema.

Aun así escuchaba atento cada que su padre comenzaba a hablar, incluso pedía al resto de miembros que no interrumpieran la explicación con preguntas y que las guardasen para el final.

Las jornadas consistían en casi 14 horas de carrera ininterrumpida y durante el resto del tiempo se atrincheraban en su posición de descanso. Mientras algunos levantaban el campamento y se aseguraban de dejar dispuestas las alarmas para detectar intrusos, otro grupo se adentraba a cazar o recolectar la cena y el desayuno del próximo día, aunque por lo general eran actividades que podían hacerse durante la carrera y no era raro comer sopa de ardilla que algún guerrero cazó mientras marchaba.

Para Guill, ver a consuelo obligarse a comer aquellos menjunjes de aspecto tan lamentable como su sabor, era una verdadera tortura. No solo por su ascendencia elfica, sino que además era una joven noble, probablemente criada en un castillo, bordando por las tardes junto a una taza de café y pastelillos humeantes, con sus hermanas mientras sus sirvientes encendían aromáticos inciensos o acompañaban con sutiles melodías estivales, esas largas tardes en la capital.

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