Razir

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Exhaló cansado, solo para sentir el regusto metálico de la sangre en su boca. Las antorchas en el suelo creaban sombras borrosas en las paredes, o quizás solo fuese que no podía mantener abierto su ojo bueno. Como fuese, esto estaba muy lejos de terminar.

El grito de aquel muchacho al blandir ese pesado martillo, que algún desalmado había decidió seria una buena arma para un mocoso que a penas conocía el sabor de la carne, fue todo lo que necesitó para esquivarlo, aunque no con la holgura que le hubiese gustado.

El patrón de ataque simultaneo de ese grupito era eficiente. A diferencia de muchos otros mas experimentados, los mocosos no se tomaban turnos y hacían sus movimientos de forma simultánea. Ese tipo de pelea no era algo común en Galdekia, no en la ciudad de los gladiadores.

A penas pudo desviar con su delgada espada un hachazo que hubiese sido mortal y, con mas maña que velocidad, desarmo a su usuario para enseguida propinarle un letal corte en el cuello, justo con la afilada punta de su arma.

Mas no pudo hacer nada contra la lanza que termino por clavarse en su hombro y lo presionó a volver a retroceder, esta vez con un salto pues no podía seguir prolongando la refriega.

Aquellos chicos peleaban como poseídos. Furiosos por la perdida de tantos aliados a manos de un solo Tigran. Quizás ignorantes de que aquel que se interponía en su camino no era menos que el primer guardián de un osezno.

Aun así, las cosas no pintaban nada bien. Trato de tomar tanto aire como fuese posible, solo para sentir como las dos costillas rotas, en su costado, se clavaban a sus pulmones. Y aunque sus ojos se llenaron de lágrimas solo apretó los dientes y volvió a su elegante postura de combate.

- ¡No! ¡No! ¡No! ¡Si te obligan a retroceder lo primero que haces es volver a tu postura! ¡De nada sirve un filo en alto si no tienes equilibrio! - Gritó furioso un Nahiry al que le faltaba medio rostro, antes de azotar con todas sus fuerzas la espalda del tigran.

Un joven Razir se desplomo entonces en la arena de un derruido ludus. Su compañero de práctica, un raro espécimen de piel escamada, una de las especies de demi-bestias consideradas "exóticas", corrió a su lado.

-Aparta Nahuel, o me hare unas botas también con tu piel- amenazó el intimidante instructor -Tendremos que valernos de cicatrices para que este paria se vea algo rudo- susurro antes de volver a castigar con su látigo al derrotado tigran.

En cuanto notó que el crio del martillo se disponía a avanzar, tomó la iniciativa. Aunque su cuerpo se resentía por sus heridas, todavía podía responder y así lo hizo para catapultarse contra el desbalanceado muchacho.

Embistió con su cuerpo, derribando a su objetivo con pura fuerza bruta mientras su brazo de la espada desviaba la lanza que, rápida cual serpiente, atacaba desde el flanco.

Aun desde el suelo el chiquillo se palpaba, probablemente buscando un cuchillo que si tenia nunca encontró. Con brutal eficiencia el poderoso tigran aplasto el cuello del muchacho con su pata desnuda y mientras miraba a los ojos al único adversario que le quedaba, le desgarro el cuello con sus garras.

Pensaba ofrecerle a aquel sujeto la opción de que simplemente se diese la vuelta y se fuera, pero la rabia que desbordaba unos ojos ya casi inyectados en sangre lo previnieron. No había forma de que se largase sin su venganza. "Perfecto" pensó entonces el malogrado Razir.

-Es mas rápido, alto y fuerte- se escuchó el eco metálico proveniente del aparatoso casco de Nahuel mientras hacía elegantes florituras con su espada.

-Y lleva peleando mas que tu o yo vivos- respondió el tigran sujetando con fuerza su tridente con ambas manos.

-Un viejo mañoso y orgulloso, ¿no te recuerda a alguien? - bromeo el gladiador, mas la diversión no duro demasiado.

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