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Necesitaba despejarme y para eso sabía bien que solo un método funcionaba a la perfección: ir al mirador de las montañas. Siempre conseguía evadirme observando las estrellas y toda la belleza que las rodeaba. Desde ese punto podía ver todo el cielo a la perfección y eso era algo que me encantaba.

Así que, como todas las noches a las dos de la mañana, cogí el coche y me dirigí a aquel mirador.

La chica que amaba las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora