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Tuvimos otra de aquellas profundas conversaciones. Parecía que entre nosotros no se acababan los temas, siempre teníamos de qué hablar... y eso me encantaba. Me encantaba hablar con ella, era de lo más interesante.

—Ya son las 8 de la mañana... —comenté mirando mi reloj—. ¿No deberías ir a estudiar?

—Ya terminé mis estudios.

Estoy seguro de que puse cara de asombro, —¿Cuántos años tienes?

—Diecinueve.

—Vaya... pensaba que eras más pequeña —comenté con incredulidad.

—Suelen decírmelo. —Esbozó una tierna sonrisa—. Terminé bachillerato y decidí no estudiar mas. ¿Y tú?

—Yo ayudo a mi madre en su trabajo por las tardes y me saco un buen dinero.

Cuando ya el sueño nos vencía, nos fuimos a nuestras casas. No pudimos ir juntos, pues nuestras casas se encontraban en diferentes puntas de la ciudad. Ella se fue hacia un lado, yo hacia el otro.

Entré a casa deseando que todo hubiese vuelto a la normalidad.

Afortunadamente todo estaba a oscuras y el silencio reinaba en el lugar.

Esta historia está recibiendo mucho apoyo de repente y quería agradecerles, porque todo es gracias a ustedes

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Esta historia está recibiendo mucho apoyo de repente y quería agradecerles, porque todo es gracias a ustedes.

No sería nada sin mis queridísimos lectores. ❤

La chica que amaba las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora