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No habíamos logrado sacar nada del juicio y había quedado visto para sentencia, por lo que aún nos quedaba lo más importante: el juicio final.

Llevaba días sin ver a Anne. Apenas tenía fuerzas para levantarme de la cama, pero ese día decidí ir al mirador.

Mi corazón se volvió loco al ver que ahí estaba ella, como siempre, en nuestro sitio, de espaldas a mí.

—Por fin te dignas a dar señales de vida —dijo antes de que llegara a su lado.

—¿Te salieron ojos en la nuca en todo este tiempo?

—No te hagas el gracioso. —Sus ojos me miraron fijamente en cuanto me senté a su lado—. ¿Qué ha pasado?

—Mi madre... por fin hizo lo que tenía que hacer.

—Me alegro. Ese cabrón se lo merecía —comentó sin más.

—El caso es que... ahora estamos en juicio. Puede que vaya a la cárcel. Dios, Anne, no puedo permitir eso —confesé, sabiendo que estaba derrumbándome ante ella, pero en ese momento me dio igual. Lo necesitaba.

—La justicia es una mierda y más con las mujeres, pero deben luchar juntos para que no le pase nada, ¿vale? Prométeme que lucharás.

—Te lo prometo. Claro que lo haré. No dejaré que la separen de mí.

—¡Ese es mi chico! —exclamó, acogiéndome entre sus brazos.

Y me sentí bien por primera vez en días.

La chica que amaba las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora