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Al día siguiente, decidí que sería el último día que lo iba a intentar. Me estaba volviendo loco y por nada del mundo quería seguir así. Si no daba con ella, iba a hacer todo lo posible por olvidarme de aquella fantasía absurda.

Pero, afortunadamente, tan pronto como puse un pie en el mirador, reconocí su larga cabellera rubia. Estaba allí sentada, tal y como me la encontraba siempre en los viejos tiempos.

La chica que amaba las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora